14 octubre 2011

Narrativas del olivo azul


Con un pie en la realidad y otro en la ficción, con una sostenida complicidad con el lector, los diecisiete relatos que Salvador Gutiérrez Solís ha reunido en Escritores, que publica Narrativas del olivo azul, son un muestrario de diecisiete situaciones ambientadas en la literatura y en sus alrededores.

Diecisiete relatos irónicos que resumen formas diferentes de afrontar la vida y la literatura: un poeta que pasa de ser vigilante nocturno a detective vocacional, otro poeta en excedencia, cínico y venal, el autor de una única novela, que un día deja de fumar y se embarca en un viaje para escritores, la fauna de las agencias literarias, un torero de salón miope que fracasa con su primera becerra y triunfa como escritor, un cocinero de fama transformado en novelista, un poeta maldito que practica la poesía intransitiva del silencio, el periodista asombrado en la Sevilla del año 20, un poeta rapero, un crítico-antólogo famoso por haber descubierto el cráneo de Lorca y las herraduras de Platero, un escritor de carteles o el novelista caníbal mexicano que practica un amor devorador.

La soltura narrativa de Gutiérrez Solís, el humor y la crítica recorren las páginas de estos relatos, que completan un retablo patético de figurantes y figurones, de zumbados y vanidosos que deambulan por los suburbios menos presentables del mundillo literario.

Muy distinta en tono y ambientada en el Berlín de los setenta, Pitcairn, la novela de Alejandro García Ingrisano, comparte con la de Gutiérrez Solís no sólo el sello editorial, sino el sentido del humor que se proyecta un parecido impulso satírico, en una visión crítica de la literatura y la sociedad.

Juan Soto Ivars –que, con admiración y envidia, prefiere prologar esta novela insólita a publicar sus propios textos- evoca la vida misteriosa, de mendigo elegante de García Ingrisano en aquel Berlín en el que coincidieron ambos. Esa experiencia berlinesa cristaliza en esta primera novela asombrosa. No es la primera vez que El olivo azul publica una opera prima así de llamativa.

No faltan en ella ni en el prólogo algunas sospechosas incoherencias, aunque el lector queda advertido desde el primer párrafo de la novela:

¿Incoherencia? Yo soy la incoherencia.