07 diciembre 2011

Félix Grande. Libro de familia


Franz Kafka rebautizó irónicamente lo que llamamos robo: «Préstamo con dilación indefinida». Para fortalecer varios instantes de este libro les he tomado en préstamo alguna que otra «calidad súbita del mundo» (así llamó Cintio Vitier a todo verso que merece tal nombre) a Leónidas Andréyev, Eladio Cabañero, José Hierro, Franz Kafka, Antonio Machado, Jorge Manrique, Luis Rosales y César Vallejo. En cursiva he anotado sus iluminaciones. // El poeta Santos Domínguez, tras interrogar al infinito ISBN, me informa de que el título Libro de familia ha aparecido anteriormente al frente de tres libros de poesía, firmados por Joaquín Márquez, José Ignacio Foronda y Ana Rosa Carazo... lo que sugiere que tal nominación nos aconseja no desconocer unas líneas del Refranero: «Algo tendrá el agua, cuando la bendicen» y «Nunca es mal año por mucho trigo». Envío mi solidaridad a mi amigo Santos Domínguez y a mis cómplices tres madrugadores.

Esta Vindicación de la rapiña que firma Félix Grande forma parte de La letra pequeña, el epílogo de su Libro de familia, que acaba de publicar Visor en su espléndida colección Palabra de Honor.

Es cierto que Félix me transmitió sus dudas con el título Libro de familia, que había aparecido en las ocasiones que le comenté. Pero si en vez del ISBN hubiéramos consultado el Registro Civil habríamos comprobado que ese sintagma figuraba en la portada de millones de ejemplares de determinados documentos burocráticos.

Da igual, porque este Libro de familia de Félix Grande es un libro intransferible y personal, un libro intenso que recupera la voz poética inconfundible de su autor tras décadas de silencio.

Ese silencio lo rompieron recientemente los versos de La cabellera de la Shoa que incorporó a la edición de Biografía y lo pueblan ahora de manera espectacular los once poemas en los que el poeta rinde homenaje a su familia genética, a las últimas habitaciones de la sangre de las que habló Lorca, a la intimidad sentimental, a los padres, a la esposa, a la hija, a la infancia propia. Hay en esos textos momentos memorables, conmovedores y curativos como los de Esta vejez, El madrigal del odio muerto o Hijopaterno de mí.

Pero el homenaje convoca también en estas páginas a sus ancestros literarios, éticos y artísticos: la hermandad radical con Machado y Vallejo –dos sombras tutelares que iluminan este libro y la obra toda de Félix Grande-, el parentesco con la criatura de dolor del cante flamenco en su noche solar o con la cuchara –en pie sobre el planeta- de aquel desollado altivo que se llamó Johann Sebastian Bach.

Libro de familia es lo que debe ser cada libro de poesía de un autor consagrado como Félix Grande: un arriesgado salto al vacío -ese hermoso abismo de la vida-, una abolición del tiempo –como la que hizo Machado cuando evocó a su padre joven desde sus canas filiales- en el espacio preciso del poema, una feliz incursión en la palabra, en la memoria y en la música como búsqueda y como consuelo.

Porque, igual que el flamenco, también la poesía nace

mordiendo. Y llorando. Así ha nacido. Y no sabemos cuándo.
Y no sabemos dónde, pues lo inmenso en el vértigo se esconde.
Y no sabemos nada: sólo que suena a cósmica pomada:

que ante el penar y el yelo él es la redención y es el consuelo.