30 mayo 2013

Geómetras y ensueños en la poesía taurina





ANTONIO LORCA Sevilla 28 MAY 2013 

Curro Romero (Madrid, 1989). / MARISA FLÓREZ

Carlos Marzal publica una antología de textos en verso sobre los toros
Poemas desde la primera generación de posguerra hasta hoy.

‘Los toros, cuando son algo -es decir, todo lo que pueden llegar a ser- son arte: emoción estética. Una labor hecha por geómetras que nos transporta a un profundo ensueño’, reflexiona Carlos Marzal en la introducción de La geometría y el ensueño, una nueva antología de poesía taurina, publicada por la Fundación José Manuel Lara, en su colección Vandalia.
Marzal, premio Nacional de la Crítica y de Literatura, ensayista y poeta, es un aficionado intimista que horada la fiesta más allá de sus pecados terrenales para adentrarse en los grandes dilemas del ser humano. "La fiesta de los toros, -añade-, es uno de los ceremoniales más ricos que el hombre ha inventado; por su lenguaje específico, lleno de matices; y por su simbología, que señala hacia las grandes verdades del arte: el valor, el sacrificio, la honradez, el éxito y el fracaso individuales". La mejor poesía taurina de los tiempos, -prosigue-, "ha eludido dos peligros fundamentales: el tremendismo sentimental -la presencia obvia de la muerte inclina a muchos hacia la grandilocuencia funeraria-, y los oropeles gremiales (el aderezo de clarines, albero, revoleras y chicuelinas)". Así, -concluye-, "a la poesía taurina le conviene ser menos taurina que poética".
De este modo, sin orden alfabético ni cronológico, Marzal ha optado por una ordenación "más o menos musical". "He incluido tan solo poemas que me han interesado; algunos son magníficos; otros, si no lo son al completo, sí encierran magníficos momentos, y, a veces, basta un detalle para salvar una faena, y, a veces, basta un matiz para que el poema se salve ante nuestros ojos".
 Así, de la mano de Carlos Marzal, hablan de toros y poesía Aquilino Duque, Felipe Benítez Reyes, José Hierro, Pablo García Baena, María Victoria Atencia, Antonio y Carlos Murciano, José María Jurado, Francisco Umbral, José Alameda y otros muchos, quienes, en general, desde una visión más poética que taurina, cantan, sueñan y lloran sobre los innumerables vértices de la tauromaquia.
El gaditano Benítez Reyes describe así el paseíllo: "La tarde extiende un oro soñoliento / Calor en los tendidos, y en las gradas / un bullicio de gentes malhabladas / que miran el reloj cada momento".
La verónica de Curro Romero es una revelación de luz para Santos Domínguez: "La lentitud, la hondura, la desgana, / la gracia en ese puro ofrecimiento / incorpóreo. Sublime sacrificio / de la pierna contraria, sueño inmóvil / cuando ya nada importa morirse toreando / con la mano muy baja y la muñeca rota / en mitad de la suerte dormida y vencedora".
Y Patricio Pemán escribe así sobre Rafael de Paula: "Cuando pones tu planta en las arenas / y engallas, hecha bronce, tu figura; / cuando estrechas la muerte a tu cintura / y el toro se hace un río por tus venas / … ya no importan ni amores no querellas, / … ni torrente caudal, ni mar profundo / ya no importan ni el sol ni las estrellas / y ya puede venir el fin del mundo".
"Fuerte el pecho, domina la llanura / con su silueta, y lo llamamos toro. / Escultura de sombra y cuernos de oro / marca, macizo, el paso en la verdura". El toro, José Hierro.
Umbral recuerda a Manolete; Pablo García Baena, a La Reverte; Alfonso Canales dedica una oda a Antonio Ordóñez; y el propio Carlos Marzal recuerda la muerte de Juan Belmonte en su cortijo de Gómez Cardeña.
"Los toros (y por consiguiente la poesía taurina) -escribe el antólogo-, a pesar de su universalidad y su calado, creo que son ya, y serán en el futuro, un espectáculo minoritario, por más que esa minoría sea, en cifras, enorme". "No obstante, ese carácter excéntrico no tiene por qué afectar a la calidad de la alta poesía taurina; porque la atracción del poeta espectador hacia el universo taurino seguirá siendo una constante".