12 noviembre 2013

Blake en Atalanta


En noviembre de 1934, la revista Cruz y Raya publicaba Visiones de las hijas de Albión y El viajero mental, dos poemas de William Blake traducidos por Pablo Neruda, que estaba escribiendo por entonces la segunda entrega de su Residencia en la tierra.

En ese año central en la escritura de Neruda quizá ninguna voz como la suya podía plasmar mejor en español la potencia visionaria, el irracionalismo sensorial y la ambición verbal de William Blake, el eslabón que conecta la actitud pasional del Romanticismo con la intelectualización simbolista. No es una casualidad que por aquelllos años Neruda tradujera parcialmente Las flores del mal de Baudelaire, ni que, a caballo entre la Residencia de 1933 y la de 1935, el poeta chileno escribiese esa cima o sima del superrealismo.

Entre el mito y el delirio, entre la visión sagrada del mundo y la reivindicación social emparentada con el fervor revolucionario de 1789, esos dos poemas de Blake proponen un mundo de imágenes, sinestesias y metáforas deslumbrantes que aspiran a resumir el universo y a contener –como quería Blake- la eternidad en una hora.

Un mundo poético y gráfico que Atalanta acaba de publicar en un volumen espectacular, el libro mejor editado del año sin ninguna duda, con la primera entrega de los Libros proféticos de Blake, con traducción de Bernardo Santano y prólogo de Patrick Harpur.

Profusamente ilustrado con los grabados originales del artista y cuidado hasta el más mínimo detalle por Inka Martí, Rosa García y Jacobo Siruela, que han dedicado a su edición horas intensas y gozosas de estampa y galeradas, ferros y cuentahilos, el trabajo gustoso, como decía Juan Ramón.