11 abril 2014

Francisco Caro. Claustro




Exigente en su estilo y contenida en el ritmo de su dicción clásica, potente en su tono emocional y ambiciosa en su lenguaje y en sus imágenes, la poesía meditativa e intimista de Francisco Caro en Cuerpo, casa partida (XXXII Premio Leonor de Poesía) busca un lugar de encuentro entre el sentido existencial del tiempo y el tempo del poema para habitar un espacio donde se cruzan la mirada hecha palabra del poeta y el mundo.

Así en  este espléndido poema: 


CLAUSTRO
SANTA MARÍA DE NIEVA

Sentir lo prescindible,
callar los dos en gótico,
ver sin verse en las bóvedas
que forman la armonía de un cuadrado

geminadas también,
las columnas soportan la razón
extraña que nos turba,
un dictado de siglos.

¿Por qué venida –pregunté-
desde los graves pulsos
de los picapedreros
toda esta fronda medieval de recios
capiteles nos siguen intrigando?

¿Tan sólo porque cuentan
deseos de iniciados,
angustias y delirios,
riberas de lo oscuro y del enigma?

Ni herméticos
ni explícitos mensajes
–dijiste- tienen esa
compleja sencillez
que vive en el idioma amanuense
del que está en el secreto, son poemas

signos con que vencer, junto a los otros,
el tedio de la vida, lo vano de los arcos.

Después continuaste:
Ni púlpitos ni tumbas, no son tinta
ni piedra traicionada los poemas,
qué sino presos
cadáveres en jaulas
que pacientes aguardan 
su hermenéutica.