19 mayo 2014

Larkin



Trabajo todo el día y por las noches me emborracho.
Me despierto a las cuatro en una oscuridad callada y miro. 
Los bordes de las cortinas no tardarán en iluminarse.
Hasta entonces veo lo que siempre ha estado ahí: 
la muerte infatigable, ahora un día entero más cerca, 
que borra todo pensamiento excepto 
cómo y dónde y cuándo moriré. 

/.../

Lentamente se hace de día, y la habitación cobra forma.
Es evidente como un guardarropa, lo que sabemos, 
lo que hemos sabido siempre, sabemos que no podemos escapar, 
pero no lo aceptamos. Algo tendrá que desaparecer.
Mientras tanto los teléfonos se agazapan, dispuestos a sonar
en oficinas cerradas, y todo este mundo indiferente,.
Intrincado y de alquiler comienza a despertar. 
El cielo es blanco como arcilla, sin sol. 
Hay trabajo que hacer.
Los carteros, como los médicos, van de casa en casa.

Esas dos estrofas abren y cierran Albada, una de las composiciones más memorables de Philip Larkin (1922-1985), una de las voces imprescindibles de la poesía inglesa en la segunda mitad del siglo XX.

Albada no formó parte de ninguno de los libros de Larkin, se publicó en el suplemento literario de The Times el 23 de Diciembre de 1977 y fue incluido póstumamente en los Collected Poems que se editaron en 1988.

La versión que reproducimos parcialmente es de Damián Alou y acaba de aparecer en Lumen en una magnífica edición de la Poesía reunida de Larkin. 

Una edición bilingüe que reúne por primera vez en español los tres libros fundamentales del autor (Engaños, Las bodas de Pentecostés y Ventanas altas) en versiones de Damián Alou y Marcelo Cohen, además de algunos poemas últimos y dispersos como esa Albada.