19 octubre 2014

El crepúsculo sorprende a Roberto Alcázar en Charlotte Amalie



EL CREPÚSCULO SORPRENDE A
ROBERTO ALCÁZAR
EN CHARLOTTE AMALIE


Hermanos de las sombras

El Cairo, Puerto Príncipe, como efigies o dársenas
propiciadas al mar, Buenos Aires, Juneau, no siento ya las venas,
lisez, persecuteurs, le reste de mes chants.
Roberto, una flamígera sombra en los cafetines.
Vestigios de heroína en las naves de Charlie.
Murió feliz el ciervo acribillado por las ninfas,
reflejando en sus ojos para siempre el desnudo imposible de Diana.

Presbíteros de Esmirna, titilantes astrólogos del Etna,
como si Jack os viera, desistís en un tango de colores ajados.
Svimtus al acecho en la selva del Soho,
dos tigres malheridos, el pick up en la alfombra,
y Kaiba, la sonrisa, esa piel adornada con tafetanes de oro.

Llevan short las muchachas en el Alto Amazonas.
Las cráteras vacías, el singular acento del deseo.
Es una blusa roja mi alma devorada por panteras en Java.
Cara al sol esos jóvenes, rubios como el desierto,
hot jazz en la distancia, embalsamadas voces en la noche:
E! Durendal, cum es bele, e clere, e blanche!

Pálidos maniquíes de Burne-Jones, luz, sombreros de copa.
Bésame: las gardenias blanquean tus sangrantes ojos dobles.
Qué terribles presagios, llamad al hierofante.

Descubrí tu secreto, Dick Flowers, tu máscara de goma, tus coturnos:
fue en Doomsday, color fucsia Roadtown, y en los parterres
Jesús bordaba el agua con palabras dulcísimas.

Tras el rosado vidrio de las copas heladas,
los labios de Roberto parecían anémonas resueltas a no morir jamás.

Ese es uno de los textos más significativos del que seguramente es el más representativo de los libros del culturalismo novísimo de los años setenta.

Forma parte de Elsinore, el libro que Luis Alberto de Cuenca publicó en 1972 y que acaba de recuperar Libros del Aire en una edición revisada, “aliviado de ciertas cargas retóricas que amenazaban con sofocarlo.”