04 julio 2015

Los forzados de la carretera



Coincidiendo con el comienzo del Tour de Francia, recupero aquí una vieja entrada: Tour de France, tour de souffrance!, a propósito de un libro que Melusina publicó hace seis años: Los forzados de la carretera, una estupenda colección de crónicas que Albert Londres realizó durante el Tour de Francia de 1924 para Le Petit Parisien, el periódico de más tirada en la Francia de los años veinte.

Era la edición número dieciocho de una carrera que entonces era literalmente una vuelta a Francia, con un trazado que calcaba el contorno del país. Ya había acreditado su dureza extrema y por eso el cronista tituló estos reportajes Tour de France, tour de souffrance!, que más allá del juego de palabras destacaba la exigencia de unas etapas que llegaban a durar veinte horas.

Las quince del Tour de 1924 completaban un trazado de más de 5400 kilómetros entre París y París, en etapas brutales de 360 kilómetros de promedio. Los ciclistas salían de noche y llegaban a la meta bien avanzada la tarde. Los que llegaban, porque de los 325 corredores inscritos terminaron la carrera sólo 60, tras pasar entre pinchazo y pinchazo por el Aubisque, el Tourmalet y el Aspin en una sola etapa interminable o cruzar los Alpes por el Isoard y el Galibier.

De manera que cuando a uno de los ciclistas, el que llevaba el maillot rojo, le preguntaban si eran más duras las etapas largas o los grandes puertos, contestaba con lógica implacable: - Las etapas largas y los grandes puertos.

Quien lo ganó ese año y el siguiente, el italiano Ottavio Bottecchia, un antiguo albañil del Friuli, murió en 1927 apedreado por un campesino que pensó que estaba robando en sus viñedos.

Para contarlo estaba Albert Londres, un antiguo corresponsal de guerra, uno de los periodistas míticos del siglo XX, que se desplaza con el pelotón y narra la carrera desde dentro con pericia de cronista y un constante sentido del humor:
Existen fantasistas que se tragan ladrillos y otros a ranas vivas. He visto a faquires que ”escupen” plomo fundido. Son personas normales. Los verdaderos chiflados son algunos iluminados que el 22 de junio abandonaron París para comer polvo. Los conozco bien; formo parte de ellos.

Con crónicas magistrales como las que recoge este volumen, traducido por Joan Pere Escrig y acompañado de abundante material fotográfico, se construyó la mitología de una carrera que pese a todo se mantiene hoy, tan pujante como siempre.