18 abril 2017

Antonio García de Dionisio. Sobre 'Principio de incertidumbre'




Este es el texto que el poeta Antonio García de Dionisio leyó en la presentación de Principio de incertidumbre. Lo dejo aquí con mi agradecimiento por su espléndida lectura de mi libro:

PRESENTACIÓN DEL LIBRO 
Principio de incertidumbre
de Santos Domínguez Ramos
(XIV Premio Nacional de Poesía «Ciega de Manzanares» 2015)

Honradamente me siento reconfortado y a la vez abrumado ya que ha caído en mí la responsabilidad de presentar este libro del poeta Santos Domínguez Ramos, ganador de la decimocuarta edición del Premio Nacional de Poesía «Ciega de Manzanares» 2015, con su libro Principio de incertidumbre.
​Antes de proseguir hablando del poeta y de su libro, quisiera adentrarme un poco en la historia de este Premio de Poesía «Ciega de Manzanares» que tantos buenos libros nos ha dado y espero y deseo nos siga dando.
Principio de incertidumbre, de Santos Domínguez Ramos, libro por el estamos aquí reunidos esta tarde, es uno de esos libros que posiblemente también destaque en esta colección Ciega de Manzanares; antes de adentrarnos en el libro, quisiera dedicar unas palabra al autor que nos visita.
Santos Domínguez Ramos (Cáceres, 1955) es catedrático de Lengua y Literatura, crítico y poeta, cuya obra ha aparecido en numerosas antologías y revistas literarias españolas, europeas e hispanoamericanas. Parte de su obra poética ha sido traducida al francés, inglés, húngaro, portugués, italiano, griego, ruso y árabe.
Leerles en este acto todo su currículo sería una tarea demasiado extensa y nos privaría tal vez de dedicarle más tiempo a la palabra (su palabra) en este caso. De todas formas, sí quiero resaltar alguno de los premios más importantes que ha conseguido, para, al menos, darnos cuenta del Poeta que se ha incorporado a nuestro Premio Ciega de Manzanares. Destacaremos que en 2004 consigue el Premio Gerardo Diego; en el año 2005, el Premio Internacional Jaime Gil de Biedma y Alba y el Premio Eladio Cabañero; en 2006 el Premio Tardor, el Premio Alcaraván y el Premio Barcarola; en 2007 el Premio Kutxa-Ciudad de Irún; en 2008 el Premio Manuel Alcántara; en 2009, el Premio Ángaro; en 2010 el Premio Alegría; en 2011 el Premio Villa de Aoiz y el Premio Rafael Morales; en 2013 el Premio Ciudad de Badajoz; en 2015 el Premio Nacional de Poesía Fernando de Herrera además del Premio Ciega de Manzanares y para rematar esta importantísima lista, lo hace en el pasado año con el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez.
Si analizamos lo que acabamos de escuchar, nos daremos cuenta que ha salido a más de un premio por año y además muchos de ellos importantísimos en poesía.
Concluyo esta abrumadora relación, con las palabras que el poeta, escritor y periodista español Miguel Veyrat, le dedica: «Este poeta español contemporáneo nuestro, Santos Domínguez, es un hombre que entrega una pasión extrema a la escritura poética, que se da por entero, se desnuda y piensa, como todos los poetas verdaderos, a través de la polisemia del lenguaje mismo, modulándolo en música».

Pasemos a hablar de lo más importante en esta reunión: la presentación del libro Principio de incertidumbre. Nos encontramos ante un poemario un tanto metafórico-filosófico; deberemos tener como principio ante nosotros el Tiempo (el paso del tiempo); la oscuridad o el deseo de encontrar la luz (metáfora o mito de la caverna platónica), los sueños —el sueño irrepetible, incertidumbre o deseo—, y, ante todo, la importancia de saber, de sabernos comprendidos por esa incertidumbre que nos habita desde siempre. El libro estructurado en dos partes, una primera titulada «Ritual de bengalas» y otra segunda «La memoria habitable», hace que, desde sus títulos, nos predisponga y nos avive a comprender mejor el calor o color de los poemas. Ya en el poema prólogo, nos advierte y nos orienta: Señor de las tormentas, líbranos de los muertos / pasados y futuros, y del buitre que ensaya / círculos melancólicos y espejismos de espanto / para explorar su espacio espectral en el mundo.
«Desde la cueva oscura», primer poema de esta primera parte, finaliza con estos versos-advertencia: Al calor de ese fuego, circulares y heridas, / contra la cueva oscura, / se despliegan las manos en busca de consuelo.
Pretendemos adivinar la luz que guarda toda oscuridad y esto nos fuerza a buscar el sueño que soñamos dentro de nosotros mismos, así el poeta nos alerta en el poema «Oscura señal»: Se notaba en algunos presagios desolados, / en ciertas madrugadas / que la luz invadía con su guadaña blanca / por sorpresa,…Y por sorpresa quedan los versos que aún faltan para comprender esta «Oscura señal».
Avanzamos desde el tiempo por el tiempo y nos esforzamos en comprender aquello que aún nos falta por vivir; desolación o quimera que nunca llegamos a comprender, ya que el tiempo, forma parte de nosotros mismos; somos tiempo en proyectos de vida. Y puede sucedernos como «El ruiseñor en la muralla», poema que comienza con estos versos casi proféticos: Cae la sombra en el mundo como una lluvia antigua, / como una profecía del viento extraviado / en agujeros negros; sí, en agujeros negros, en lo que nunca pensamos caerá sobre nosotros; en la falta de luz, de vida… En la segunda parte de este poema el poeta nos abrevia la existencia en tres definiciones metafóricas: Entra el viento en la rama como en el cuerpo el sueño, / como el mar en la cueva, como en el río la sombra. Y así el viento nos obliga a mirar hacia atrás, a ver de soslayo lo mucho que perdimos y ganamos en la búsqueda: El idioma del viento / va al cóncavo silencio de la noche… Silencio. Siempre un silencio precediendo a toda búsqueda.

«La memoria habitable», segunda parte de este poemario que refuerza el paso del tiempo y nos pone en desventaja sobre la certidumbre de la vida; nos hace comprender el porqué de los sueños, de la búsqueda, de nuestras interrogantes: Me llevo de viaje un verso, dos heridas / y esta forma de ser que tienen los recuerdos. Sí, los recuerdos nos transportan de una luz a otra vida; de un silencio a otro olvido y hacen o deshacen aquello que fue dicho en el lugar del mundo, no es el paso del tiempo el que nos transporta del día a la noche; es la vida, nuestra propia existencia la que nos hace ver lo incomprensible de la propia existencia; ya en el poema «Tiempo sin tiempo» el poeta nos dice: Son los muertos la nieve que cae desde los puentes / a las gargantas mudas, al hueco de la tierra, / al corazón helado de la noche infinita. El corazón helado… Todo ausencias y preguntas sin memoria; nos lo inquieta desde el «Sueño de las raíces»: En los médanos flotan ausencias y preguntas, / espejos rotos, círculos hacia un mar sin memoria.
Santos Domínguez se reafirma en este Principio de incertidumbre sobre la platónica metáfora de la luz y las sombras y nos comenta en el poema «Patria profunda»: En la cueva el solsticio suena a flautas y a huesos, / a una música sorda de fósiles en sombra. Música sorda, fósiles en sombra. ¿Qué quedó de la luz que nos hacía soñar? ¿Qué quedó de la esencia del tiempo consumido? Solo restos de luces y sueños incumplidos y desoladas formas de ver la certidumbre con que la vida ahoga. Por eso el poeta en su poema titulado «Ritual del vértigo» nos invita a programar nuestro propio epitafio, a desdecir lo dicho, a sentir el vértigo de nuestra propia duda: Si todo está ya escrito en los surcos del viento / que tu último gesto sea apagar una hoguera / y con la misma mano decir adiós un día.
Decir ¡adiós! Éste es el mayor Principio de incertidumbre que tenemos; la duda de saber si sabremos pronunciar las últimas palabras que el paso del tiempo guarda para nosotros en su cofre sin rostro ni fórmulas paradisiacas; esa incertidumbre que llevamos grabada en las espaldas desde un «siempre indefinido», en su tiempo y su memoria.

Santos Domínguez Ramos y su Principio de incertidumbre no va a dejar indiferente a nadie, ya que su libro viene a hablarnos de aquello que, sospechosamente, casi todos guardamos como escudo, para deshacernos de las incertidumbres que la vida nos depara; y concluyo esta presentación, con el primer verso del poema que cierra el libro: Sabía que se paraban la lluvia y los relojes. Pura predicción…

Antonio García de Dionisio