10 mayo 2018

Con permiso de Kafka

La famosa no violencia del proceso catalán es cierta solamente a medias. Ha habido poca violencia física, pero muchísima simbólica o moral. Las ocupaciones del espacio público no han sido amables. Las listas negras existen. Los piquetes no se anduvieron con remilgos en los paros de octubre de 2017. Las presiones y amenazas a cargos públicos, sobre todo en el mundo municipal de las zonas con más compromiso independentista, no han sido poca cosa: insultos, pintadas, escraches, burlas y acoso a los hijos. Incluso los propios niños reproducen a veces las actitudes de sus padres: me cuenta un buen amigo, no independentista, que un día, al salir su hija del colegio, en un pueblecito pequeño de la provincia de Gerona, los otros niños la rodearon coreando el grito de guerra “In... Inde.. Independència” hasta hacerla llorar. La famosa revolución de las sonrisas tiene una cara oscura. Las sonrisas las guardan para ellos en el seno de la comunidad nacional que forman, mientras que a los demás les reservan incomprensión, despecho, desprecio u odio, o todo a la vez.

El miedo ha estado arraigadísimo en una parte de la sociedad catalana hasta mediados de 2017: no hablar, no decir, no significarse, no replicar, no discutir, no mostrarse. Ni en el trabajo, ni en el vecindario, ni en la escuela de los hijos, ni en el bar. Mirar a un lado y otro antes de hablar o comentar algo con un amigo o un conocido. No llevar la contraria a un independentista para evitar problemas. Por ejemplo, un famoso periodista de La Vanguardia y activista del proceso, Màrius Serra, en junio de 2015, difundió vía Twitter la conversación privada que estaban manteniendo, en una terraza de un café de las Ramblas de Barcelona, Ferran Toutain y Miriam Tey, intelectuales no nacionalistas. Se hizo rápidamente eco de ello el digital VilaWeb, de Vicent Partal, tildando el intercambio de “anticatalanista” -aunque acabó por retirar la noticia. Como quiera que sea, la salida de la espiral de silencio de los no nacionalistas ha sido lenta y tardía.

Jordi Canal.
Con permiso de Kafka.
El proceso independentista en Cataluña.
Península. Barcelona, 2018.