29 junio 2018

Rosario Troncoso. Nuestra orilla salvaje




No me sirven los sueños 
pues laten en mi vientre 
tus texturas. 
Esta combustión de los días 
y los últimos fragmentos de la infancia. 

Anticipas un final sin remedio. 

Tú eres 
tan cruel como este tiempo. 
Siempre la cobardía elige la distancia.

Ya no habrá recuerdos, 
ni noches por delante. 
La vejez. El silencio. 
Y una lápida sobre el vacío, 
mientras seguimos vivos
bajo los restos de nuestro derrumbe.

Con ese poema abre Rosario Troncoso su último libro, Nuestra orilla salvaje, que publica La Isla de Siltolá en su colección Tierra, donde hace cuatro años apareció Transparente.
En ese texto están las claves fundamentales de este libro organizado en dos partes en las que crece la conciencia de la fragilidad y la presencia de la muerte hasta ensombrecerlo todo.
Entre un pasado de pérdidas, un presente de quebradiza provisionalidad y un desenlace tan previsible como el de cualquier vida, esta poesía preventiva y rememorativa, confesional y sanadora, es también una poesía en claroscuro en la que las sombras se imponen a las luces.
Con un tono de voz cercano que habla desde la contención expresiva del verso corto, Rosario Troncoso renuncia al patetismo facilón y elabora una poesía con la que sale al encuentro de sí misma para evocar el paraíso de la infancia y hacer un recuento de heridas y abrazos, de sueños perdidos y ruinas, de presencias y vacíos como los de este Olvido selectivo:

Ondas leves sobre la superficie.
Olvido selectivo
por prevenir ausencias.
Y un camino distinto,
más largo y más sombrío,
que evite la luz húmeda 
de los viejos afectos.