24 enero 2019

Miles de ojos cegados



La historia guarda el recuerdo de una condena a ceguera colectiva en el siglo X, época bárbara que justifica en parte tal decisión pero que no sería ni la primera ni la última. Fue esta la de un emperador griego, después de una batalla entre búlgaros y bizantinos, en la que la suerte socorrió a estos últimos y les dio la victoria. El emperador Basilio II mandó cegar a los prisioneros, y no sería demasiado aventurado pensar que el monarca habría deseado alguna vez cegar a todo el mundo, a sus propios súbditos, para que su poder y sus dominios, donde estaba su familia, sus favoritos, las dádivas y las venganzas, los negocios y las torturas, no tuvieran más testigos en adelante. Habría deseado acabar con los ojos que a hurtadillas vigilaban la alegre impunidad de gobernante. 
Ese es uno de los párrafos de Miles de ojos cegados, una de las Fábulas irónicas de Juan Eduardo Zúñiga, que hoy cumple cien años.
Las publica Nórdica en una espléndida edición ilustrada por Fernando Vicente con imágenes como esta:




Fábulas irónicas, uno de esos libros que, en palabras de Diego Moreno, justifican el trabajo de un editor, es una reivindicación de la palabra, la escritura y la memoria, como explica Zúñiga en el prólogo: 
Hace varios siglos, un monarca, acosado por las críticas del pueblo ante la brutalidad de su reinado, mandó destruir las frágiles tablillas de barro que le acusaban y también todos los materiales que servían para escribir. Pero no contaba con la gran dureza de la piedra que cubría los muros de casas y palacios, durante siglos se conservaría grabada la historia de aquel reinado. Y así nosotros hemos seguido escribiendo en las paredes. 
Una joya en todos los sentidos: literario, plástico y editorial.