16 diciembre 2020

Donde arraiga destierro


soledades
arrastro de madrugada
sendas perdidas que intento transitar
de nuevo pero el humo irrumpe
postra el sentido


no es posible
hoy más alma


oscura redención
que a fuego marca incertidumbres
desde la tierra quemada
que procuro


Con esas estrofas arranca la primera de las cuatro partes de Donde arraiga destierro, la segunda entrega de la Trilogía de la reencarnación que José Manuel Ramón publica en Ars Poetica.

Están en esos primeros versos algunas de las líneas que recorren el libro con el ritmo entrecortado de sus versos y sus palabras quebradas y breves, como si le faltase el aliento a la voz poética que los pronuncia.

Una voz que habla desde el daño y el estigma, desde la incertidumbre y la memoria de las pérdidas, desde la desorientación en el páramo o en el bosque que somos, desde la conciencia del tiempo y la extinción pero sabe de la redención de la palabra, hecha antorcha que ilumina la noche oscura del mundo en soledad con una mirada de ambición visionaria e indagadora en lo invisible, en esa vasta dimensión donde

ni una hoja cae
sin que natura lo precise
hasta para los muertos sin saberlo
que confunden la singularidad
de su estado y entablan
diálogos imposibles
a vueltas con lo
rutinario


Un libro que “emana de la zozobra”, como señala Ana Rosell en un prólogo (El poeta, demiurgo y criatura) en el que añade que “hay en estos poemas de Ramón una dimensión trascendente que deriva del profundo desasosiego al que no se puede sustraer la voz, y aquella es, con todo el dolor que transita el poemario, su esperanza.”