Sacrificio, de Marta Agudo
Cuando morir es una guerra en la que todos los bandos están de acuerdo. Momento azul que libera, síndrome de Estocolmo que se convierte en verdad mineral o esta plaza de rincones accesibles. Así se mitiga el dolor en su macabro tráfico de días, así la esperanza en su rutina absurda, así la conciencia en su irracional comparsa. Reconocer, entonces, que el minotauro acierta y devuelve al mar sus muertos de carne galopante.
Tras su anterior Historial, Sacrificio es un paso más de la autora en la oscuridad del túnel, una nueva incursión poética en la experiencia de la enfermedad, en la desolación y la soledad o en la intransitividad intensa del dolor, otra indagación en la conciencia de la fragilidad, en la disolución de la identidad y la memoria del daño:
Como los avisos de los aeropuertos repito mi nombre para recordarme. Válvulas de un oxígeno ya respirado, juegos de identidad contra una tarde gastada. Hoy viste demasiado el mar.
Poesía del límite y del cuerpo enfermo en la que el minotauro y el laberinto, el glaciar y las agujas, el túnel y el oleaje son imágenes sobre las que se articulan la vivencia y el aprendizaje del deterioro.
Su intensidad expresiva y su palabra, a la vez desatada y contenida como una queja, encuentran su cauce más adecuado, como en Historial, en el poema en prosa para marcar el tono, a veces alucinado y visionario, de un libro escrito desde el interrogativo territorio de la incertidumbre y el miedo (“Habito en la circunscripción del miedo”), pero también desde la resistencia al llanto y al patetismo, desde la certeza del naufragio tras el desesperado ejercicio natatorio de la supervivencia:
Pero sólo se extiende el confín:
las articulaciones del luto.
las articulaciones del luto.
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