17 septiembre 2021

Lezama Lima. Tránsito de Juan Ramón



Su asombro lo llevaba siempre al éxtasis. Era en él la forma de su traspaso a la vida iluminativa. Y al mismo tiempo, una exacerbación de su lucidez. Esa momentánea suspensión en la transparencia, no era la demoníaca lucidez del intelligere, de las formas del conocimiento, sino una rapidez total para las esencias, que a veces se le convertían como en el halo de la luna, que prolonga la luz de un cuerpo en la irreconciliable oscuridad que cubre la dimensión de las palabras entre los dos astros. Era la oscuridad en la anegación total que media entre el asombro y el éxtasis, en el amoroso contorno de los dos astros. En San Juan, la extraña bocanada que corta la penetración, cuando después de haber atravesado el procesional del río de su fuga, levantaba, con la delicadeza de una paternidad para los prodigios, el crucifijo, su respiración, en el fulmíneo resquebrajarse del éxtasis, establecía las potestades de la luz entre los dos astros. San Juan pasaba del éxtasis al raptus por la abierta brecha se entrelazaban su prolongación derivada y los ángeles que venían a regalarle su apoyo, para evitar lo terrible de la entrevisión y prolongar el asomo transparentado. El éxtasis sin el rapto difícilmente logra figurar la visión fruitiva. Juan Ramón pasaba del éxtasis a la suspensión que conoció también el mundo helénico. Sus éxtasis ante el árbol, las ocupaciones del agua o la hoguera que transparentaba toda unidad, lo llevaban a la propia recreación del ser en la dimensión desplazada por su blancura. Reproducía el árbol en el éxtasis de lo blanco cuando la luna le retiraba el helor, los acompañamientos del rocío y se iba alzando como el esqueleto del antílope, dinástico total y milenario. En San Juan el ser llevado se anegaba en la vía iluminativa, recogiendo su silencio en lo unitivo de la escala mayor. Pero en ese silencio era la poesía. Ahora Juan Ramón, por el conocimiento cara a cara en la muerte, empieza a penetrar en esa poesía, que ya no está en su casa, como él decía, sino en el anegamiento de ese ser llevado por el éxtasis al rapto de la visión fruitiva del árbol como sujeto de Dios. Ahora está en la poesía, no en la terrible bocanada de la suspensión.


José Lezama Lima.

Vuelvan crepúsculos y flautas.

Compilación de Carlos Espinosa Domínguez.

Linkgua Pensamiento. Barcelona, 2020