10 junio 2025

Florencio Luque. A solas con la luna

 



 Nunca codició cátedras ni la altura del púlpito.
Amó el canto discreto que habita en los arroyos.
Supo oír el silencio de todas las respuestas. 
Amparado en la vida, desdibujó las sombras. 

 Con esa Inscripción cierra Florencio Luque A solas con la luna, el libro que publica en Averso. Subtitulado Las sendas de Dôgen, lo presenta un prólogo en el que Manuel Ángel Vázquez Medel destaca la “fuerte presencia de introspección y meditación sobre la vida y la muerte” en estos poemas.

Y en efecto, poesía y pensamiento se conjuntan armónicamente en los textos de Florencio Luque, autor de cuatro libros de aforismos en los que encauzó una escritura meditativa que no es ajena ni a la biografía y al temperamento del autor ni a su formación filosófica y literaria.

Por eso su línea poética confluye con naturalidad con la poesía zen del maestro budista japonés Dôgen, que vivió en la segunda mitad del siglo XIII y a cuya voz se atribuyen los poemas de las tres partes del libro, enmarcadas entre una apertura y un cierre que delimitan la estructura de este tríptico.

Un tríptico que recorre las tres fases de un camino de perfección espiritual que transcurre entre el inicial mapa de la memoria y el Ruego final antes de alcanzar la serenidad definitiva:

Dejad que aguarde cada día 
como quien espera los frutos 
del árbol de un pequeño huerto.

Dejad que apure su raíz 
y acaricie las plumas de sus pájaros 
bajo un velo de lluvia azul. 

Dejad que, sin prisa, camine, 
sumido en asombro y silencio, 
para echar el telón de esta liturgia.

Esa serena actitud contemplativa es la base de una escritura que surge de la conjunción de reflexión y sentimiento, de la asunción del pasado, la celebración del presente fugaz y la aceptación ante el presagio de la Nada:

Cuando la lluvia llegue 
y el corazón se torne 
un transparente estanque, 
seré junco en su orilla, 
nada, 
que nada espera.

Poemas como este reflejan la depuración verbal y el tono transparente de un libro atravesado por la búsqueda de la luz y del silencio, por la vivencia del paisaje y la fusión con la naturaleza, el árbol y el pájaro, por el viento y la noche, por la revelación del canto de las aves en sombra, por la persistencia del agua de la lluvia cayendo suavemente en los estanques, entre el sueño y la sombra:

Bajo la sombra del chopo, 
soy esta suave penumbra 
en el silencio del aire. 

Bajo la sombra del chopo, 
soy el canto de la tórtola 
con su dulce letanía. 

Bajo la sombra del chopo, 
me abrazan todos los sueños 
y la inocencia de un niño.