14 octubre 2025

Fernando Pessoa. La reconstrucción

 



 Un espléndido álbum fotográfico con más de treinta imágenes remata el volumen Fernando Pessoa. La reconstrucción, que publica en una magnífica edición  Fórcola y en el que Manuel Moya aborda las claves vitales y literarias que permiten diluir la pátina de misterio que ha ido dejando sobre la figura del poeta y del hombre la abundante bibliografía en torno a su vida y su obra.

Esa plétora de estudios pessoanos ha tendido a distorsionar la realidad a partir de una laberíntica confusión del hombre real con las voces líricas de sus muchos heterónimos. Y así se ha extendido la imagen distorsionada de un Pessoa sin vida exterior, de un hombre oscuro con una existencia anodina y opaca. Y ese es uno de los arquetipos pessoanos que Manuel Moya desmonta en La reconstrucción. 

Lo hizo ya en Pessoa, el hombre de los sueños (Ediciones del Subsuelo), su monumental y reciente biografía del portugués, de la que este ensayo de interpretación es consecuencia natural. Tan plural y poliédrico como su obra, del hombre Pessoa ya afirmó Manuel Moya en esa biografía que “pese a su pinta de hastiado oficinista, Fernando Pessoa se manejó en una vida intensa, tanto en lo intelectual como en lo vivencial.” Y ahora se reafirma desde el principio del libro en la idea de que “Fernando Pessoa es un individuo con una tan enjundiosa como intensa biografía.”

A lo largo de los seis capítulos en los que se estructura la obra con títulos elocuentes (Un hombre, una biografía; Un hombre singular; El poeta reconocido y editado; Un Sísifo en Lisboa; Un poeta sin torre de marfil y Un mito propio) Manuel Moya revisa críticamente  y desmonta con datos algunos lugares comunes sobre Pessoa: además del ya citado sobre su presunta ausencia de vida, su condición de casi inédito, su torremarfilismo, su indolencia, su anonimato en vida o la creación de sus heterónimos. Tópicos repetidos que han ido rodeando la imagen de Pessoa de una niebla lisboeta (el socorrido “enigma Pessoa”) que este libro aspira a disipar a base de proyectar sobre ella luz y claridad, porque -por ejemplo a propósito de su pretendida marginalidad- “Pessoa nunca estuvo en la orilla, ni nunca estuvo en la orilla. Él siempre se creyó centro y epicentro.”

“Soy consciente -reconoce Moya- de que ocuparme de estos asuntos me fuerza a caminar a contramano de lo sólidamente establecido por la hermenéutica pessoana, pero me aturde y paraliza aún más la convicción de que una vez establecido y enraizado un mito, es casi imposible darle la vuelta, en parte porque el universo mítico suele ser mucho más atractivo que el real y en parte porque el mito muestra aspectos si no más certeros, sin más sabrosos y en el fondo más sugerentes que lo real.”

Por eso, añade más adelante, “nuestro trabajo consistirá en desentrañar lo que pudiera haber de real y lo que pudiera haber de mítico en el creador de Alberto Caeiro o Bernardo Soares. Será al lector a quien corresponda colocar la clave, la última piedra.” 

Y con esa premisa, el autor afronta la tarea de desenredar el hilo de la mitificación abordando en primer lugar las razones que han propiciado la leyenda de Pessoa y sus diversas máscaras, la construcción de su imagen de sombra huidiza y solitaria por las calles y las tabernas de Lisboa, confundido con el semiheterónimo Bernardo Soares del Libro del desasosiego. 

Sólo así se puede pasar a la labor de desmontaje de lugares comunes que es el objetivo central del libro, que aporta una de sus claves cuando destaca que “destituir al yo de la acción poética es algo que Pessoa se toma muy en serio.”

Las brillantes evocaciones de cinco momentos significativos en la vida de Pessoa (1895,1905, 1915, 1925, 1935), desde el niño burgués hasta el adulto autodestruido, abren paso a la reivindicación del reconocimiento que tuvo su poesía a través de los cinco libros que publicó en vida -cuatro en inglés y uno (Mensagem) en portugués-, del prestigio poético que reflejan sus más de setenta colaboraciones en revistas literarias de la época o los casi treinta artículos necrológicos que se publicaron en los días inmediatos a su muerte.

Otros aspectos que abordan las secciones de Fernando Pessoa. La reconstrucción son su inestabilidad económica y su radical independencia personal, su indisciplina laboral y sus trabajos como traductor de cartas comerciales en diversas oficinas de la Baixa durante casi tres décadas, su incapacidad para la vida práctica y su difícil día a día, las aventuras editoriales fracasadas de Olisipo, Athena y la Revista de Comércio o su actividad pública y su participación en la política y la sociedad de su época, porque -señala Moya- “Pessoa no fue en absoluto el poeta escondido en su torre de marfil que con tanta frecuencia se lo retrata, alimentado sólo con sus elucubraciones y ajeno a cuanto sucedía a su alrededor. No podríamos comprender a Pessoa sin su tiempo.”

En estas líneas del último capítulo, “Un mito propio”, centrado en el difícil equilibrio de Pessoa entre heteronimia y sinceridad, resume Manuel Moya gran parte del sentido de su libro:

Fernando Pessoa fue un verso suelto en una época en la que ser verso suelto podría entenderse como una provocación poco menos que intolerable.
[…]
Muchas veces se ha exagerado acerca de Pessoa al afirmar que en Portugal y en su tiempo nadie supo entender el genio que se escondía en aquel tímido ciudadano que se ganaba la vida como escritor de cartas comerciales o como comisionista o mediador en la extracción de minerales. No es cierta la recurrente afirmación de su ostracismo. Pessoa fue un poeta conocido, respetado y muy solicitado por la revistas y periódicos de su tiempo, fue un pensador elogiado y hasta temido, y en definitiva una personalidad destacada y apreciada por sus paisanos; lo que ocurre es que al tiempo que su figura era respetada, también era profundamente incomprendida. Nadie que lo hubiera conocido ponía en duda su inteligencia, su sensibilidad, su profunda originalidad, pero su figura resulta chocante, porque desde ella destrozaba la visión que se tenía del poeta y de la poesía, el lugar inmaculado donde aún se tendían los ropajes de la poesía.