13 mayo 2025

Antología de Javier Lostalé




 CONFESIÓN

Escribo porque me salva, porque es lo único que me queda, porque fija un sonido, unas luces, el final de un acto de amor, el escenario de unas horas de deseo. Escribo porque están conmigo los que ya nunca estarán, porque bajo al mar desde la mesa donde apoyo la cuartilla y me quedo quieto en la memoria de un cuerpo, y prolongo unas voces hasta perder la noción del tiempo (días y años juntos, apretados en un instante que me deja sin defensa). Escribo porque al abrir el seno de una palabra encuentro la iluminación última del beso, porque pronuncio a solas mi única verdad: esa que después desmiento con mi vida. Escribo porque hay un llanto íntimo que me purifica desde que comienzo a hacer signos en el papel, porque poseo las cosas desde su respiración humana y puedo habitar aquello de lo que fui desterrado. Escribo para ser joven y alimentar una esperanza radical, para tener lo que no tengo y escuchar lo que nunca me dijeron. Escribo porque nunca fue más bello el engaño.

Ese texto, con el que Javier Lostalé abría en 1995 La rosa inclinada, es el que se ha colocado como pórtico de Revelación, la antología de su obra poética que publica Bartleby con selección y prólogo de José Cereijo, que señala que “un poco a la manera de lo que afirmaba Proust (‘La verdadera vida, la vida por fin descubierta y aclarada, la única vida, por consiguiente, plenamente vivida, es la literatura’), también para Lostalé lo vivido solo consigue plenitud en la experiencia de la escritura, que es entonces, como también sucedía en el autor francés, un ejercicio de lucidez; pero lo que en este aparece volcado hacia afuera, mediante una rememoración minuciosa de personas y sucesos, es en Lostalé, como decíamos antes, indagación íntima. Que no cae nunca, por otra parte, en la autocontemplación más o menos narcisística, porque no es la historia del individuo concreto que lleva su nombre lo que aquí se busca, sino una indagación a fondo en la condición humana, tal como se revela dentro de sí mismo; no, por tanto, la historia de un hombre, sino la del hombre.”

Una antología generosa y representativa de una trayectoria (una “biografía poética”, en palabras de Cereijo) en la que el propio Lostalé reconoce una “evolución que se corresponde con la edad y con lo vivido. En los primeros libros lo autobiográfico predomina, luego la poesía se va desvinculando del yo y el lenguaje se va haciendo cada vez más esencial. Es lo que ha ocurrido a partir de Tormenta transparente.”

Con Tormenta transparente, que apareció en 2010, recuperaba su voz tras un largo silencio. Y esa voz recuperada tenía una nueva tonalidad -más reflexiva, menos confesional-, que es el resultado de un viaje desde la existencia hacia la esencia, de un recorrido desde la experiencia hacia lo hondo y de un creciente despojamiento poético que se reflejaría también en sus tres libros posteriores: El pulso de las nubes (2014), Cielo (2018) y Ascensión (2022), que toma su título de este espléndido poema:

 No necesita alas tu ascensión.
Basta con haber sido visitado 
por una transparencia sin tiempo ni espacio 
en la que en único latido seas 
sin saber nada de su origen, 
solo dispuesto a consumarte 
en entrega fiel a su enigma 
donde entera leas tu vida 
sin despertar de su música más secreta.

La luz de la memoria y el silencio del olvido en la niebla del mundo, el fuego del deseo y las sombras de la ausencia, la conciencia existencial y la purificación a través del fulgor revelador de la palabra recorren la poesía de Lostalé, un insistente ejercicio de búsqueda de la esencia y la plenitud, como en este texto de su último libro, que refleja el adelgazamiento del verso y su despojamiento expresivo:

PLENITUD

¿Qué mudo relámpago
puebla a quien ama? 
¿Quién hasta su sombra invade 
para en su respiración resucitar?
Sus oídos en insolación
escuchan siempre los mismos pasos, 
y en surtidores de luz 
su mirada se empaña 
mientras se pronuncia 
dentro de otro ser. 
Todo el paisaje 
es un pulso virgen 
que se aduna 
al horizonte de su pensamiento.
Sin hora ni lugar 
en cuanto dice se consuma.
Vive ya sin nombre, 
como quien no se pertenece 
al ser solo un cautivo 
de tan plena libertad.




12 mayo 2025

Las naves quemadas de Sánchez-Ostiz

 

 


¿Qué hace un escritor de más de 70 años zascandileando en las redes? ¿Encontrar los lectores que no ha tenido en vida? ¿Tan importantes son esos rutinarios “Me gusta”?

Es uno de los fragmentos de Las naves quemadas, la espléndida antología de la prosa de no ficción de Miguel Sánchez-Ostiz que ha preparado Alfredo Rodríguez y publica La Isla de Siltolá en su colección Levante.

Resultado brillante de un trabajo de cinco años de recopilación, selección y ordenación de fragmentos de esa zona de la obra de Miguel Sánchez-Ostiz, lo que ofrece este amplio volumen no es una simple sucesión de fragmentos selectos. 

Porque, presentados y organizados en un nuevo libro, esos fragmentos procedentes de sus diarios y sus memorias, de sus artículos, sus libros de aforismos o sus ensayos adquieren otros significados añadidos al formar parte de una estructura, distinta e independiente de la original, que va tejiendo la composición de la antología y los obliga por tanto a establecer una nueva relación mutua. 

Una relación que sin tergiversar su sentido originario los hace dialogar entre sí en el nuevo contexto autónomo de esta antología de la obra de quien es, en palabras del antólogo, “uno de los más grandes escritores en prosa de nuestro país, alguien que lleva más de cuarenta años en la Literatura y ha publicado ochenta libros, y que ha cultivado el mundo de las letras prácticamente en todas sus facetas.”

En doce apartados de títulos orientadores ha organizado Alfredo Rodríguez esta magnífica selección miscelánea: Del oficio de escritor; Escribir un Diario; Libros, libros, libros; Sobre la poesía y los poetas; De la tregua con la vida y otros momentos de plenitud; Con nombre propio; Del paso del tiempo, la memoria y los recuerdos; De la vida y de su lado oscuro; Con fama de maldito, a contrapelo y ‘outsider’; De tus peores enemigos; Negra historia de la tierra y Del descalabro social.

De esa pluralidad de temas, intereses y enfoques deriva también la diversidad de tonos y perspectivas, de afinidades y de afectos (Álvarez, Perucho, Umbral, Félix Grande…), de desencuentros y decepciones que asoman en estas páginas para construir una imagen completa y poliédrica del Sánchez-Ostiz escritor y lector, inevitablemente y a la vez persona y personaje que, entre lo público y lo íntimo, delimita su perfil insobornable y su independencia en textos como estos:

Está la bandería. No parece posible expresar libremente lo que uno piensa sin ganarse un enemigo, un enemigo que no es anónimo, que tiene nombre y rostro, y que no perderá la oportunidad de demostraros su enemistad. Y eso solo tiene su origen en que no se admite otra forma de vida que la más primitiva y brutal de los clanes cerrados. Hay que pertenecer a alguno, por lo visto, de lo contrario uno está perdido. No es posible pensar distinto, pensar por cuenta propia, tener libertad de conciencia, ejercitarla, sin que esa actitud, estrictamente personal, despierte la animadversión la sospecha, la innoble acusación, el ominoso rumor, y en algunos bandos la delación. Claro que si el empeño de uno es lograr una aceptable libertad de conciencia, todas esas pejigueras le deben importar una higa.

Escritor de provincias. Ese oficio en el que el resentimiento, el rencor, la envidia y los celos son el viento, el motor y la argamasa segura y a la vez más inconfesable.

Los aduladores de hoy acaban siendo tus peores enemigos.

El éxito del prójimo y sus particulares trabajos se admiten mal y se perdonan peor.

La ciudad prohibida de las letras hispanas, una sociedad de halagos mutuos en la que no es fácil entrar, pero sí salir.

Tarde o temprano compruebas que los amigos de tus enemigos no pueden ser tus amigos.

Como señala Alfredo Rodríguez en su prólogo -‘Escribir para no rendirse o Por la fronda de Miguel Sánchez-Ostiz’-, “todos estos escritos autobiográficos y literarios, entretejidos con cada fibra de su vida e historia, constituyen un ejemplo por antonomasia del escritor total, del creador absoluto, de aquel que en el trabajo literario siempre ha encontrado su mayor liberación, porque su espíritu era ese trabajo y no entendía la vida sin él.”

Así lo resume el propio Sánchez-Ostiz en varios fragmentos de esta completisima y trabajada antología:

¿Para qué escribir? Para no darse por vencido, para no rendirse. Es lo que quise hacer desde muy joven. La verdadera muerte es desertar. Es preciso vencer la desgana, la tentación de echarlo todo a rodar, de considerar este poco de oficio un empeño fútil.

Escribes porque es lo tuyo, porque es en ese tablero de la escritura donde pusiste en juego tu vida, a trancas y barrancas, con claridades y borrascas. Porque escribiendo te sientes vivo, situado en lo real.

Se haya convertido en lo que se ha convertido, la escritura es mi único asidero, una forma de combatir este tiempo negro.

A uno le importa ya un bledo que le digan en tono peyorativo que se encierra en su torre de marfil o que busca refugio en el refinamiento, porque así es en efecto. Y diré que no es empeño fácil.

Cierra el volumen una Bibliografía que reúne los más de treinta títulos de la parte de la obra de Sánchez-Ostiz que se recoge en esta antología. Una antología que -explica Alfredo Rodríguez- “pretende buscar el deleite y la reflexión del lector, además de animarlo a introducirse en el vasto mundo de la obra diarística de alguien que no sólo es uno de los narradores más brillantes de nuestra literatura actual, sino un escritor total, un escritor todoterreno, que es capaz de desdoblarse simultáneamente en el tiempo en la escritura de diferentes libros, y va dejando aquí, en estos textos escogidos, buen rastro de ello.”



11 mayo 2025

Haikus de José Luis Morante

 


Noches y días; 
viajeros sedentarios 
sin cobertizo.

De ese haiku procede el título -Viajeros sedentarios- de la reunión de haikus que José Luis Morante publica en la colección que La Garúa reserva para esa modalidad poética. Una colección que en su formato breve y en su diseño refleja el limpio minimalismo de los textos que contiene.

Escritos entre 2020 y 2024, como explica el poeta en el prólogo -‘Encuentros’-, “los haikus de Viajeros sedentarios acogen el contacto con lo efímero, el suceso mínimo cotidiano y la maraña de encuentros con protagonistas y secundarios de la vida social. Suman instantáneas. Despliegan rutinas y dibujan con trazo descriptivo la dermis del tiempo. Son eclécticos. Aluden a facetas dispares del aquí en el ahora, a esa aparente acción tocada por la contingencia que ya dobla la esquina.”

La contemplativa Oficio de mirar y la sinestésica El rumor de la luz son las dos partes en las que José Luis Morante organiza los haikus de este volumen. Y contemplación y sensorialidad son precisamente dos de las claves del género fijado por el poeta japonés Matsuo Bashō (1644-1694). La intuición del instante, eternizado por encima del tiempo en versos intemporales, la mirada espiritual a la naturaleza, el paisaje como proyección de los estados de ánimo, la concentración expresiva, la sugerencia sutil, la leve melancolía son otras de las características que hacen del haiku una de las manifestaciones más estilizadas y sutiles de la poesía universal.

Ezra Pound, que lo sabía, lo asumió en su escritura poética, como Octavio Paz entre nosotros: la indeterminación elusiva, la concentración de la sugerencia, la potencia connotativa son rasgos diferenciales del lenguaje poético. Y por eso Pound y Paz encontraron en la poesía oriental -china o japonesa- una de las raíces fundamentales de su obra. 

Y a esa tradición se suman estos haikus de José Luis Morante, que proyecta en ellos un proceso poético y espiritual en el que se funden el sujeto y el objeto, el poeta y la realidad, la sensibilidad y la inteligencia, la mirada y la palabra que aspira a la desnudez y el despojamiento, a la transparencia y la serenidad:

No decir nada.
Que cuenten los silencios 
relatos mudos.

“En el camino de Viajeros sedentarios -escribe Morante en la ‘Nota’ final- la callada labor de cuatro otoños. Los haikus crecieron despacio, buscando luz solar. Naturalidad y transparencia.”

Haikus que se alimentan de visiones y de intuiciones, de iluminaciones verbales sobre el rumor sereno del agua en la calma de la noche, sobre el silencio del jardín, sobre la lluvia o el fuego, sobre la memoria y la conciencia del tiempo:

Alza sus brazos 
la palidez del día.
Es cuanto queda.

Zona de sombra. 
Huye la luz de nuevo. 
Me deshabita.

En muchos de estos textos, tan elusivos y fugaces como las sensaciones que los suscitan, se solapan la mirada exterior y la meditación para expresar un simbolismo del paisaje que revela el interior del que lo mira:

El aire prueba 
un perfume de salvia, 
mana de ti.

Mirar arriba 
y que la luz restañe 
la cicatriz.



10 mayo 2025

Santiago Montobbio. La libertad de la poesía

 



ÁRBOLES. ÁRBOLES. TIERRA. AIRE.
Para los pulmones. Para el alma.
Alzo la vista y veo cómo los árboles 
no solo se dirigen sino diríase 
que aspiran al cielo. Desde la raíces 
de más adentro de la tierra del alma 
también así el poema.

Es uno de los poemas de La libertad de la poesía, el último libro de Santiago Montobbio. 

Híbridos de poesía y prosa reflexiva, los textos La libertad de la poesía se suceden en la convivencia del verso y la prosa, del poema y el diario, del ensayo breve y las notas de lectura sobre Rosa Chacel o Corpus Barga, Valente y Ramón Gaya, Vinyoli y Guillén, Westphalen y Borges, Elytis y Seferis. 

Ordenados cronológicamente por orden de composición -entre el 19 de julio de 2021 y el 18 de octubre de 2022-, los textos de mantienen su coherencia textual sobre un fondo creativo común, meditativo y existencial, y en conjunto trazan la imagen del escritor y el hombre que habla en ellos sobre temas como el tiempo y el paisaje, la escritura y la vida, la naturaleza y la ciudad, la oscuridad y la luz, el diálogo con la madre o la reflexión sobre la poesía como refugio, como conocimiento y como forma suprema de libertad:

SOL DE LAS NOCHES. SOL DE LOS DÍAS. 
Poesía. Esto siento, me digo y escribo 
mientras estoy sentado al sol en un banco 
del Paseo de Gracia junto a mi madre 
y al lado de nuestra Pedrera querida, 
que nos sorprendió ver el otro día en una imagen 
pasada, sucia. Sol de los días, sol 
de las noches, poesía. Has de encontrarla. 
En un banco al sol o en una imagen antigua, 
en rotas y perdidas imágenes de tu vida, 
en ratos buenos como éste, con un buen sol 
y al aire libre, tras el horrible día de ayer.
Has de encontrar y has de decir, adivinar 
en el decir, callar en el adivinar y adivinar 
en el silencio aun, en el maravilloso, profundo silencio 
como el aire. Aire nuestro. Sol de las noches, 
de los días. Poesía.

Y bajo la mirada celebratoria del poeta, que se impone sobre la percepción melancólica del mundo, transitan estos poemas por el mar y el campo, la noche y la luz, la lluvia y la luna:

LA LUNA SOBRE LAS ACACIAS ALTAS, 
en lo más alto de ellas 
ya casi sin flores por 
el trabajo del viento
-el trabajo y el tesón. 
Pero la luna aún más alta 
y sobre ellas. Así tú, poesía, 
en la vida.

09 mayo 2025

Fragmentos de Javier Sánchez Menéndez

 


“La maldad nunca aparece en la noche, no llega con ella. Porque la noche es luz, es verdad, y es concepto”, escribe Javier Sánchez Menéndez en uno de los Fragmentos que publica Detorres Editores en su colección Año XXV. 

Enmarcados por tres citas de Cervantes y presididos por una referencia del Génesis a la lucha de Jacob y el ángel en Peniel, los textos de Fragmentos son “pentimentos” en los que Javier Sánchez Menéndez convoca a la manera unamuniana a la razón y el sentimiento para iluminar las sombras que recorren el libro y el espacio del tiempo reflejado en el espejo.

Palabra y naturaleza, belleza y sombra, emoción y pensamiento, arte y conciencia, tiempo y poesía, ética y verdad recorren estas páginas que reflejan la presencia de un hombre ante un espejo: el de la reflexión profunda y el de la lectura lenta, el de los ángeles del tiempo y el doloroso y liberador vaciado interior de sí mismo hasta “eliminar de nuestro conocimiento todo conocimiento.”

A través de reflexiones y citas y bajo la presencia tutelar de Rilke, “el único sacerdote del templo de la poesía”, Sánchez Menéndez regresa en la recomposición de estos Fragmentos a los temas medulares que vertebran toda su  obra reflexiva y poética.

Una obra que probablemente alcanza sus momentos más profundos en la secuencia de once espejos sobre el arte y la representación de la realidad, sobre la contemplación, el sueño y las sombras que culmina con este:

 Las sombras. Barrie. El libro XI de Odisea, el libro 6 de Eneida, Temporada en el infierno de Rimbaud.

Las sombras.

El más allá. El mundo de las sombras. 

Las sombras nos acercan a los enigmas, a las visiones trascendentes que los antiguos denominaban «sombras». 

Textos propios y referencias ajenas que resumen la ética y la estética del autor, que escribe en uno de estos fragmentos:

Un poeta sin estética nunca escribirá versos auténticos. Pero, aunque posea la codiciada estética, si hay ausencia de ética en sus planteamientos, nunca logrará el equilibrio.

08 mayo 2025

Joyce. Cartas 1920-1941

 


07 mayo 2025

Antología poética de Quevedo



“Como todos los grandes, Quevedo es uno de esos poetas que escapan a las definiciones fáciles porque quiso -y supo- distinguirse con una poética innovadora y casi omnicomprensiva dentro del panorama coetáneo, que le ganó un lugar dentro de la santa trinidad del Siglo de Oro junto a Lope de Vega y Góngora. Sin duda, es parte central del canon, que «no es una exposición de modelos, sino una reunión de excepciones y extravagancias»: los clásicos «son de otra clase», como bien dice Micó (2023: 7). Y, como todos (o quizá más que todos), Quevedo ha sufrido los golpes del tiempo y las crueldades de la recepción. Baste recordar la retahíla de epítetos e insultos que ha merecido desde perspectivas muy diferentes: en su día se le tachaba de borracho, cojo, feo y otras tantas lindezas más, mientras que a posteriori se le acusa de antisemita, esquizofrénico, misógino, personaje de chiste, reaccionario y otros vicios que tienen mucho de anacronismo e injusticia.
 Eso sí, se puede decir que la culpa es del propio Quevedo, porque se trata de un personaje poliédrico que vive una vida de lo más intensa: se relaciona para bien y para mal con figuras tanto altas (del rey para abajo) como bajas, participa en mil y una polémicas (literarias, políticas y religiosas) porque no hay salsa en la que no esté presente y se mueve de acá para allá en la corte con alguna que otra escapada, amén de tocar todos los palos literarios del Siglo de Oro (del poemita que se quiera al tratado bíblico).”

Así abren Fernando Plata y Adrián J. Sáez el “Retrato de perfil: la carrera de un poeta todoterreno”, la primera de las tres partes en las que organizan el estudio introductorio de Huye la hora, la antología poética de Francisco de Quevedo que han preparado para Cátedra Letras Hispánicas.

Y precisamente esa condición poliédrica del Quevedo personaje se refleja en la pluralidad temática y en la variedad de tonos y formas métricas que ofrece su extensa obra poética, que por cierto no reunió nunca en una edición en forma de libro. 

Paradójicamente, él, que había sido el primer editor de la poesía de Fray Luis de León o de Francisco de la Torre, murió sin reunir en un volumen la suya propia, pese a que al parecer la tenía no solo prevista, sino también organizada, al menos en parte.

Circuló en copias manuscritas y a veces en impresos no autorizados, lo que explica el complicado laberinto de variantes textuales en el que se tienen que internar quienes, como Plata y Saez, pretenden editar la poesía quevedesca.

Era imprescindible por tanto que, además de analizar la galería poética que ofrece esta antología (‘Un pequeño «aleph»: un manojo de poemas’), los editores dedicaran un apartado de su introducción a explicar la complicada transmisión textual de la poesía de Quevedo, ya que “fueron apenas un centenar los poemas de Quevedo publicados en vida, bastante pocos si los comparamos con los más de 875 que contiene la edición canónica de Blecua y también fueron relativamente pocos los poemas que circularon manuscritos en su tiempo.”

Cien poemas ordenados cronológicamente, espléndidamente anotados y comentados, se ofrecen en esta selección representativa de la pluralidad de temas y registros de la poesía de Quevedo, que como decía Borges “es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura.” 

Está aquí el poeta que, aunque desconoció el amor, llevó el petrarquismo a una de sus cimas y escribió alguno de los mejores sonetos amorosos de la poesía española, como Amor constante más allá de la muerte, pero a la vez ridiculizó mitos como el de Apolo y Dafne en otro memorable soneto que comienza con este cuarteto explosivo que hace prescindible y olvidable el resto del soneto:

Bermejazo platero de las cumbres
a cuya luz se espulga la canalla, 
la ninfa Dafne, que se afufa y calla,
si la quieres gozar, paga y no alumbres.

Ese mismo poeta burlón, ácido e inmisericorde que escribió alguna de las sátiras más crueles de la lírica en castellano es el grave poeta moral que avisa del paso del tiempo, el agudo ingenioso que dominó el idioma como pocos, el político crítico contra Olivares, el poeta en el que emergen las lecturas de la literatura clásica, de Séneca y el estoicismo cristiano o de la tradición bíblica,. 

Y sobre todo, quien llevó a la lengua española a una de sus alturas expresivas más portentosas en los ágiles octosílabos de sus letrillas y sus romances o en los solemnes endecasílabos de sus sonetos. Sonetos como este, en el que aparece la frase “huye la hora”, la barroca expresión que se ha elegido como título de la antología:

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.



06 mayo 2025

Dos tardes con Jane Austen



 Desde la semblanza de la niña que fue Jane Austen hasta el legado literario que dejó a su muerte, Espido Freire organiza en diez capítulos su Dos tardes con Jane Austen, que publica Alianza Editorial en su colección Dos tardes, dirigida por Sergio del Molino, que señala en su introducción, ‘Dos tardes para leer juntos’, que “con esta colección queremos llevar las grandes conversaciones literarias a las manos de todos los lectores. Y pasar juntos dos tardes que no olvidarán.”

Espido Freire intenta rastrear en sus Dos tardes con Jane Austen las claves ocultas de una vida irrelevante en lo privado y en lo público, lo que provoca perplejidad por su contraste con autoras como Mary Shelley, las hermanas Brontë, Edith Wharton o Virginia Woolf, en las que hay vínculos visibles entre vida y obra. Esa biografía plana y casi invisible “nos obliga a conciliar la posibilidad de que una mujer absolutamente corriente en comportamiento y hechos sea al mismo tiempo una escritora extraordinaria.”

Y por esa misma razón, “en la joven Jane se busca de manera frenética la existencia de un romance, o dos, o tres, que salpimenten su juventud y la alejen de la desesperante falta de acontecimientos épicos que fue su vida. En la segunda, en la Jane de madurez, se intenta hallar el poso de la genialidad, las claves por las que esta escritora inmersa en un contexto tan gris logró escribir como lo hizo: un secreto, un código. Algo.”

Y ese “algo” está presente en el universo complejo y contradictorio que refleja la sutileza de su mirada hacia el mundo, sospecha Espido Freire, que sitúa a Jane Austen, nacida en 1775, en su momento histórico, en su contexto social y en su ambiente familiar para destacar dos claves determinantes de su vida y su obra: por un lado, su pertenencia a la minor gentry, “la zona más empobrecida de la nobleza rural”, en la que se sitúa el entorno social de sus novelas y que explica también la educación a la que accedió Jane Austen, su formación y su relación con la literatura, la música  y la cultura.

Y por otro lado, la aparición y el desarrollo de un mercado literario en el que la abundancia de lectoras favoreció la aparición de escritoras profesionales que respondieron a esa demanda creciente de novelas como las suyas.

 Por la conversación literaria de Espido Freire con Jane Austen pasan las diversas facetas de la novelista inglesa: la hermana controlada por sus hermanos varones y su limitada vida social de adolescente; la lectora afortunada y reinterpretativa que tenía acceso a dos muy diversas bibliotecas de una familia como la suya, amante de la lectura y del estudio: la paterna y la que heredó su hermano Edward; la mujer errante que nunca tuvo una casa propia y apenas una habitación propia en Steventon, en Bath, en Southampton, en Hampshire, en Kent, en Londres, en Winchester; la escritora compulsiva, obsesiva y casi secreta de Mansfield Park, Emma o Juicio y sentimiento; la solterona enferma, encerrada en sí misma y refugiada en su espacio de mujeres solas, o la promesa que “arrancaba entonces, exactamente después de su muerte”. Con esas claves delimita Espido Freire el perfil completo de la autora de Orgullo y prejuicio, de Persuasión o La abadía de Northanger. Una escritora que, como señala en su prólogo, “se ha convertido en uno de esos autores clásicos amados, reeditados e inconfundibles y, dada la escasez de mujeres en esa categoría, su caso resulta aún más excepcional: sin embargo, gran parte de la amable impresión que su figura causa se debe a una confusión heterogénea y caótica entre su vida y el carácter de sus personajes, en especial el de Elizabeth Bennet, la protagonista de Orgullo y prejuicio; y sus circunstancias y la de su época han sido interpretadas de manera tan errónea que casi podríamos hablar del periodo de la Regencia como una caricatura, o, al menos, como un marco en el que cabe cualquier tema atractivo (romance, sexo, feminismo, conspiraciones, posiciones políticas sobre la identidad sexual o racial, intrigas palaciegas), por anacrónico que sea.”

Un legado en el que sorprende -añade Espido Freire- “la hondura con la que ha calado en lectores no especializados, en aquellos que buscan en la literatura belleza, evasión, una obra bien escrita y un espejo en el que verse reflejados.”

05 mayo 2025

La biblioteca desaparecida

 

 



“Demetrio había sido el plenipotenciario de la biblioteca. Cada poco tiempo, el rey pasaba revista a los rollos, como a manípulos de soldados. «¿Cuántos rollos tenemos?», preguntaba. Y Demetrio lo ponía al día sobre la cifra. Se habían propuesto un objetivo y habían hecho los cálculos. Habían establecido que, para recopilar en Alejandría «los libros de todos los pueblos de la tierra», serían necesarios quinientos mil rollos. Ptolomeo concibió una carta «a todos los soberanos y gobernantes de la tierra», en la que pedía que «no dudasen en enviarle» las obras de cualquier género de autores, «poetas o prosistas, rétores o sofistas, médicos y adivinos, historiadores y todos los demás». Ordenó que fuesen copiados todos los libros que se encontrasen en las naves que hacían escala en Alejandría, que los originales fuesen retenidos y a sus posesores se les entregraran las copias. A este fondo se le llamó después «el fondo de las naves».
Demetrio extendía cada cierto tiempo una relación escrita para el soberano, que comenzaba así: «Demetrio al gran rey. Obedeciendo su orden de añadir a la colección de la biblioteca, para completarla, los libros que todavía faltan, y de restaurar adecuadamente aquellos defectuosos, he puesto gran cuidado y ahora le hago rendición de cuentas”, escribe Luciano Canfora en La Biblioteca desaparecida.

Desde que apareció la primera edición italiana de este libro en 1986, hace casi cuarenta años, La Biblioteca desaparecida se ha consolidado como un clásico de referencia en los estudios sobre el desarrollo y la desaparición de la Biblioteca de Alejandría, el gran monumento cultural de la dinastía ptolemaica, que en sus cientos de miles de rollos de papiro resumía el patrimonio literario, filosófico, científico y religioso de Grecia y Egipto.

Con una admirable suma de erudición y tono narrativo, y apoyándose en los textos de Calímaco, Hecateo, Polibio, Diodoro, Estrabón o Dídimo, Canfora reconstruye el día a día de la formación, crecimiento y organización de aquella biblioteca que reunió el saber de la Antigüedad:

Calímaco intentó una clasificación general con sus Catálogos subdivididos por géneros, en correspondencia con otros tantos sectores de la biblioteca: Catálogo de los autores que brillaron en cada disciplina singular era el título del colosal catálogo, que ocupaba ciento veinte rollos. Este catálogo daba una idea de la ordenación de los rollos, pero no era ni un plano ni una guía. Sólo mucho más tarde, en la época de Dídimo, se compilaron. Los catálogos de Calímaco servían sólo a quien ya estuviese práctico. De todos modos, al estar basado en el criterio de relacionar sólo los autores que habían «brillado» en los distintos géneros, el repertorio de Calímaco debía representar una selección, ciertamente amplísima, del catálogo completo. Autores épicos, trágicos, cómicos, historiadores, médicos, rétores, leyes, misceláneas son algunas de las categorías: seis secciones para la poesía y cinco para la prosa.
Aristóteles aleteaba entre aquellas estanterías, entre aquellos rollos bien ordenados, ya desde cuando Demetrio había trasplantado allí la idea del maestro: una comunidad de sabios aislada del exterior, dotada con una biblioteca completa y un lugar de culto a las Musas. El legado se había consolidado con la larga estancia de Estratón en la corte. «El método y el genio del Estagirita —ha escrito un sabio francés— presidían desde lejos la organización de la biblioteca». Pero daba pena ver las estanterías destinadas a contener sus obras; prácticamente, sólo las obras divulgadas por Aristóteles durante su vida, cuando no se introducía, sin más, cualquier texto falso, que después resultaba difícil desanidar.”

Y tras abordar cuestiones como la competencia de los bibliotecarios alejandrinos con los sabios estoicos e imaginativos de Pérgamo o la conversión de la Biblioteca de una propiedad privada de la familia gobernante en una institución pública de la provincia romana controlada por Augusto, Canfora afronta el enigma de su destrucción, o mejor, de la catastrófica desaparición de aquellos setecientos mil rollos de papiro en lengua griega que se guardaban allí y cuya pérdida supuso un retroceso de siglos en el desarrollo de la cultura mediterránea antigua

Canfora descarta como causa la propagación del incendio de las naves ptolemaicas en el puerto de Alejandría que describió Lucano y que fue ordenado por César para aliviar el asedio del palacio real, “un incendio que hubiese hecho estragos entre aquellos rollos habría reducido a cenizas los dos edificios. Por el contrario, no hay la mínima noticia de semejante catástrofe. Estrabón los visitó, trabajó allí y los ha descrito, apenas veinte años después de la campaña de César en Alejandría.”

Las razones habría que buscarlas en una muy probable sucesión de saqueos y en otro incendio, ordenado por el califa Omar tras la toma de Alejandría en diciembre del año 640, en los momentos iniciales del fanatismo islamista.

Aunque apoyada en citas rigurosas y en un escrupuloso respeto a las fuentes documentales, La biblioteca desaparecida se lee en muchas de sus páginas como una novela. Por eso, su último capítulo reconstruye a partir de diversas fuentes un “Diálogo de Juan Filopón con el emir ‘Amr Ibn al-‘As antes de incendiar la biblioteca” que comienza con esta carta del emir agareno al califa:

He conquistado la gran ciudad del Occidente —escribía ‘Amr Ibn al-As al califa ‘Umar después de haber izado la bandera de Mahoma sobre la muralla de Alejandría— y no me resulta fácil enumerar sus riquezas y sus bellezas. Me limitaré a recordar que cuenta con cuatro mil palacios, cuatro mil baños públicos, cuatrocientos teatros o lugares de diversión, doce mil comercios de fruta y cuarenta mil tributadores hebreos. La ciudad ha sido conquistada por la fuerza de las armas y sin tratado. Los musulmanes están impacientes por gozar del fruto de la victoria.

Curiosamente, ni una referencia a los libros. Es un cristiano, “el viejísimo Juan Filopón, el Infatigable, como era reconocido por su bello sobrenombre, comentarista de Aristóteles”, quien llama la atención del emir y le ruega que respeten la Biblioteca y el que le informa de su creación un milenio antes, a partir de los libros reunidos por el rey Ptolomeo:

-Debes saber —le decía— que cuando Ptolomeo Filadelfo subió al trono, se hizo partidario del conocimiento y hombre bastante docto. Buscaba libros y ordenaba que le fuesen procurados a cualquier precio; ofrecía a los mercaderes las condiciones más favorables para inducirlos a que trajeran aquí sus libros. Se hizo todo cuanto quería y, en breve tiempo, fueron adquiridos cincuenta y cuatro mil.

Se le hace entonces una consulta a Omar, que responde en su carta:

Por lo que se refiere a los libros a los que has hecho referencia —escribía ‘Umar—, he aquí la respuesta: si su contenido está de acuerdo con el libro de Alá, podemos despreciarlos, puesto que, en tal caso, el libro de Alá es más que suficiente. Si, en cambio, contienen cualquier cosa deforme con respecto al libro de Alá, no hay ninguna necesidad de conservarlos. Procede y destrúyelos.
[…]
En silencio, evitando inútiles formalidades, ‘Amr abandonó para siempre la casa de Juan. Sumiso a la respuesta del califa, comenzó la obra de destrucción. Distribuyó los libros entre todos los baños de Alejandría, para que fueran usados como combustible de las estufas que los hacían confortables. «El número de estos baños —escribió Ibn al-Qifti— era bien conocido, pero yo lo he olvidado» (como sabemos por Eutiquio, eran cuatro mil). «Se cuenta —prosigue— que fueron necesarios seis meses para quemar todo aquel material».
Únicamente fueron perdonados los libros de Aristóteles.

En un espléndido apéndice, Canfora analiza y comenta pormenorizadamente las abrumadoras fuentes documentales utilizadas en la reconstrucción de la historia de la creación y la destrucción de la Biblioteca de Alejandría: de Gibbon a Aulo Gelio, de Tito Livio a Calímaco, de Isidoro de Sevilla a Hecateo y Diodoro, de Estrabón a Aristeas.

Con traducción de Xilberto Llano Caelles, Siruela acaba de incorporarla al catálogo de su imprescindible Biblioteca de Ensayo.



04 mayo 2025

Pedro López Lara. Epílogo

 





03 mayo 2025

La lentitud de los bueyes. Edición ilustrada

 


02 mayo 2025

Cómo dar a luz una autobiografía



Afortunadamente, he sido privilegiado con una gran retentiva, de suerte que estas anotaciones, aunque sean un tanto caóticas, sí representan mi vida pasada.
Fue Jorge III quien, al ser obsequiado por Gibbon con un ejemplar de su Decadencia y caída del Imperio Romano, le dijo: «Otro pedazo de libraco. Siempre garabateando, ¿eh, señor Gibbon?».
Yo espero que estos garabatos resulten divertidos.

Gerald Durrell.
“Cómo dar a luz una autobiografía”, 
en Yo mismo y otros animales.
Traducción de María Luisa Balseiro.
Alianza Editorial. Madrid, 2025.


01 mayo 2025

Gerardo

 



Gerardo salió al encuentro, como el duende que sorprende en el bosque a un buscador de setas. Néstor Rubial, periodista inepto para la ficción, llevaba meses atascado en las primeras páginas de su presunta novela, empecinado en apuntalarla con algún personaje histórico de relieve. Anhelaba un héroe, un protagonista, una celebridad, justo lo contrario de cuanto Gerardo le mostró a Rubial en aquella primera visión: solo era un nombre en la sombra, un secundario, uno de esos vagones grises que los anales desvían a las vías muertas, donde se detienen casi en silencio.
Tentado por un goloso anticipo, acorde con su reputación profesional, Rubial había dejado temporalmente su trabajo como periodista de crímenes y sucesos. El paréntesis cuajó más por fatiga mental que por genuina vocación literaria. Viudo reciente y apático para nuevos vínculos amorosos, creía que escribir una novela añadiría pizcas de sal y pimienta a su rutinaria existencia.


Así comienza ‘Aparición’, el capítulo inicial de Gerardo, la primera novela del periodista y escritor Marco Porras, que acaba de publicar Eolas Ediciones.

Está inspirada en un personaje histórico, Gerardo Salvador Merino (1910-1971), que tuvo cargos relevantes en la Falange como jefe provincial en La Coruña y en el primer franquismo (fue el primer jefe de la Delegación Nacional de Sindicatos, los sindicatos verticales), hasta que fue cesado fulminantemente en 1941 por supuestos vínculos con la masonería y condenado a doce años de prisión, conmutados por esos mismos años de confinamiento en Ibiza, aunque sería rehabilitado profesionalmente y ejercería como notario en Sardañola. Esa actividad le serviría para vincularse con el mundo empresarial y ascender a la cúpula directiva de Motor Ibérica o Tabacos de Filipinas, donde coincidió con Jaime Gil de Biedma, hijo del consejero director de la compañía.

Será ese periodista de sucesos, Néstor Rubial, “inepto para la ficción” y acuciado por su editora, quien tras esa aparición encuentre en la figura de Gerardo la materia que buscaba para su novela:

Gerardo Salvador Merino -Gerardo a secas, como era costumbre entre falangistas-, entonces apenas intuido, le salió al paso como un inesperado bandolero de caminos, cuando más perdido se encontraba el escritor, ávido de inspiración. Se hallaba despistado entre la historia bélica del siglo XX, fronda feroz de guerras sin cicatriz, donde cada quien solo llora a sus muertos.
Así surgió Gerardo, sin apellidos, como tantos le conocieron. Poco a poco, vestido de camisa azul mahón, Gerardo se convirtió en una presencia doméstica para Rubial.
Aquella compañía fantasmal, ni anhelada ni evitada, vagaba a diario por la casa, lo acompañaba a comprar el pan, se metía en su dormitorio…, claros síntomas de que debía dedicarle atención. Así que el escritor le planteó a Gerardo -y se planteó a sí mismo- no pocas preguntas, un largo cuestionario que bien podría resumirse en un único interrogante: ¿quién fue Gerardo?

A partir de ese momento de revelación y a lo largo de la novela, conducido por la investigación creciente y fructífera de Rubial, el lector asiste a una ágil narración que recrea la peripecia vital del personaje, su complejidad enigmática, sus aristas desconocidas. Y también a la relación entre el novelista y el personaje, a la reflexión metaliteraria de Rubial sobre su novela en marcha, sobre el proceso de construcción de la obra.

Sólidamente documentada -no en vano Marco Porras es periodista de formación y ejercicio- y planteada, desarrollado y resuelto con solvencia, pues el autor tiene acreditada ya una trayectoria narrativa apreciable en el terreno del relato breve, esta novela se organiza en ocho partes tituladas con versos del Cara al sol, el himno falangista.

Sus noventa y nueve capítulos breves, de títulos precisos que resumen su contenido en una palabra, están construidos como viñetas o secuencias rápidas que aseguran el ritmo narrativo y desarrollan la figura de un personaje que se va perfilando como “un Gerardo idealista, temperamental, enérgico, ambicioso, inteligente, con mimbres de líder.”

Un líder capaz de encabezar una rebelión de presos en Fuente Álamo y tomar Cartagena y que, tras recibir la Laureada de San Fernando como héroe de guerra, después de su caída en desgracia y su expulsión de la política, acabó ejerciendo ese liderazgo en el ámbito privado  de los negocios hasta su muerte repentina por infarto el 31 de julio de 1971.

Se va delimitando así, sobre el agitado telón de fondo de la Segunda República, la Guerra Civil y la posguerra, el contorno humano del personaje, su trayectoria profesional como notario y su actividad política en la Falange, aunque “las aristas del Gerardo más político descolocan a Rubial.”

Cierra la novela un recuento del amplio número de personas y personajes que la pueblan, enumerados por orden de aparición, un orientador Dramatis personae que, a la manera de Álvaro Cunqueiro, resume los rasgos más significativos de un elenco de personajes relacionados directa o transversalmente con la historia del protagonista.

Decenas de personajes que ayudan a componer el panorama global de la España en la que vivió Gerardo, porque esta no es solo una novela de protagonista, sino un reportaje sobre el decisivo periodo histórico en el que se desarrolló la peripecia existencial de aquel “hombre activo, ambicioso e idealista que era Gerardo”.

30 abril 2025

Grita, de Roberto Saviano

 



“Habéis callado demasiado tiempo. ¡Se acabó el silencio! Gritad con cien mil lenguas. Con tanto silencio el mundo se pudre.” 

Esas palabras de Santa Catalina de Siena podrían resumir el sentido de Grita, el libro de Roberto Saviano que publica Anagrama con traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona.

Ese párrafo es el epígrafe que abre uno de los capítulos centrales del libro, “Las palabras del pueblo”, dedicado a los hermanos Grimm.

Iluminado con ilustraciones de Alessandro Baroncia, Grita se inicia con un mapa y un espejo en el que se refleja el Saviano adolescente que iba al Instituto Díaz de Caserta: 

Tú eres ahora quien busca las respuestas que yo buscaba.[…] Las historias que voy a contarte si sabes leerlas podrán servirte de escudo, incluso de munición, una munición particular que da vida en lugar de quitarla. Considéralo un regalo de un amigo, de un superviviente, o una linterna.

Un mapa que además de servir de orientación desde el punto de partida, es muchas otras cosas: escudo ante la mentira, munición contra la iniquidad, linterna para iluminar el pasado y el presente, porque “algunas historias son recientes, aún huelen a pólvora. Otras son antiquísimas, digamos que las he sacado del fondo de un estanque lleno de cieno. Algunas te las cuento tal y como están en las fuentes, otras las relato para que parezcan una fábula, una parábola, una lección de vida.”

Narradas con la agilidad eficiente de su prosa, Saviano reúne en estas páginas historias potentes, ejemplos y parábolas de quienes no guardaron silencio ante el miedo y levantaron la voz frente a la injusticia. Treinta historias que responden a las preguntas que plantea el mapa. Preguntas como estas:

¿Sabes cuándo empieza a hacer efecto el veneno de una mentira?
¿Y si fuera a ti a quien le faltara el aire? 
¿Quién ha escrito el guion que estás leyendo? 
¿Y  tú has decidido de qué parte estás? 
¿Crees que los fanáticos son los demás? 
¿Sabes luchar aunque tengas miedo?
¿Ves las trampas que se hacen con palabras? 
¿Vas a gritar cuando veas que son cien contra uno?

 Preguntas que alguna vez se hizo Saviano antes de escribir Gomorra y a las que respondieron algunos de los protagonistas de Los valientes están solos, como Giovanni Falcone o Paolo Borsellino.

Las respuestas las dan aquí Hipatia de Alejandría frente a los talibanes, Anna Ajmátova frente a Stalin, Giordano Bruno frente a la Iglesia, Anna Politkóvskaya frente a Putin, Jamal Khashoggi frente al despotismo saudita, Zola frente al antisemitismo de la Liga de Patriotas, Luther King frente al chantaje del FBI y el Ku Klux Klan, Daphne Caruana Galizia frente a la evasión fiscal en el paraíso fiscal de Malta, Karina Bolaños frente a la extorsión y la violación de la intimidad en internet, Pasolini frente a la Italia democristiana, la neofascista y la comunista, Snowden frente a la CIA…

Son algunos de los hombres y mujeres cuya peripecia recrea Saviano como modelos humanos de coraje, de faros de la dignidad que alzaron sus voces contra el silencio y el miedo, contra las manipulaciones del poder y el ejercicio de la propaganda según el método de Goebbels, porque 

no es puro el corazón que siempre se esconde, se protege, se desvía del error, nunca se contamina con nada, nunca se ensucia, se mantiene siempre virgen. Es puro el corazón que vive, que lo toca todo, que se contamina, que camina con los demás por el infierno, pero se mantiene auténtico. «Un pecho desarmado puede resistir incluso a los tanques si dentro de él late un corazón digno», escribió Aleksandr Solzhenitsyn. 
Puro es el corazón que siempre se la ha jugado.
Tú grita que late. 
¡Grítalo fuerte!

Y ese consejo inicial que es el motor del libro se retoma en el texto que lo cierra, un poema civil contra la sumisión resignada que se cierra así:

Grita cuando veas que, en el silencio general, un tornillo cae al suelo.
Grita que la mentira mata.
Grita que, si no salvas el bosque en llamas, el incendio te alcanzará allí donde vayas.
Grita que no se puede bailar en un campo minado, que no es posible beber té sobre la lava de un volcán, que no se toma el sol en una isla de plástico.
Grita cuando veas que amordazan a un niño.
Grita cuando notes que te dejan sin respiración.
¡Grita que no vale la pena vivir en estas condiciones!
¡Grita que todo debe cambiar!

Grita se publicó a finales de 2020 en su versión original en italiano y esta edición española llega hoy a las librerías.


29 abril 2025

Alicias ilustradas en Nórdica

  






En una dorada tarde 
el agua ociosos nos lleva, 
pues son bracitos de alambre 
los que reman, reman, reman, 
ya que intentan, siempre en balde, 
que la barca no se tuerza.

Son tres niñas en la barca, 
pero insisten como cien, 
aburridas de la calma, 
piden un cuento a la vez; 
contra una insistencia tanta,
¿qué otra cosa puedo hacer?

La primera exige terca 
que no tarde en empezar. 
La segunda, muy alerta, 
que refleje la verdad. 
La tercera estará atenta 
y no me interrumpirá.

Por fin se ha hecho el silencio 
e impera la fantasía,
arrastrándonos a un cuento 
que es país de maravillas, 
donde hablan los conejos 
y bailan las pescadillas.

Y si yo, pobre de mí, 
el relato interrumpía, 
aplazando su final 
hasta el siguiente día, 
«hoy es mañana», las tres 
a coro me repetían.

Así fue surgiendo el cuento, 
poco a poco; y, una a una, 
las partes del argumento 
que forman esta aventura. 
De volver llega el momento: 
regresemos con premura.

Para ti es este cuento, 
para ti, querida Alicia, 
guárdalo junto a tus sueños 
entre otras flores marchitas, 
cual peregrino andariego 
que atesora sus reliquias.

Con esos versos evocaba Lewis Carroll en el preámbulo de la obra la génesis de Alicia en el país de las maravillas, que surgió de un relato improvisado para combatir el aburrimiento de unas niñas, las tres hermanas Liddell con las que hicieron una tarde de julio de 1862 la pesada travesía de ida y vuelta en bote por el Támesis entre Oxford y Godstow. A la más insistente de esas niñas, Alice Liddell, le dedica la obra en esos versos.

Y de nuevo, ya en la novela, el aburrimiento de Alicia en el río mientras su hermana lee un libro sin diálogos ni ilustraciones es el motor del relato: “Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?», se preguntaba Alicia.”

La respuesta se la dio Lewis Carroll con estos dos libros que son un antídoto contra el aburrimiento y que además, desde sus primeras ediciones en 1865 y 1871, están llenos de diálogos y de magníficas ilustraciones como las que Fernando Vicente ha realizado para la nueva edición de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, que publica Nórdica con una espléndida traducción de Humpty Dumpty.

Los juegos de lógica, las paradojas y los enigmas (“¿En que se parece un cuervo a un escritorio?”), la extrema libertad imaginativa en convivencia con lo real, el cruce de lo onírico y lo simbólico atraviesan estas dos obras habitadas por personajes como el acelerado Conejo Blanco, el Sombrerero loco que toma el té con la también loca Liebre de Marzo, el sonriente y desconcertante Gato de Cheshire o la furia ciega de la destemplada Reina de Corazones.

Y así, el lector se precipita con Alicia en una sucesión vertiginosa de túneles y espejos, de llaves y jardines, de croquet y ajedrez, de pozos y ratones, de carreras en círculos y abanicos mágicos, de setas gigantes y orugas azules, de meriendas insufribles y puertas en los árboles, de rosales pintados y tortugas falsas, del bosque del olvido, leones y unicornios.

Una fiesta constante de la imaginación sin límites, desde la caída al fondo de la madriguera del Conejo (“Abajo, abajo, abajo. ¿No acabaría nunca de caer?”) y desde la Casa del Espejo (“¡Imagínate que tú eres la Reina Roja, Kiti!”) hasta el despertar del sueño, cuando Alicia no sabía si el sueño había sido suyo o del Rey Rojo. Pero sí sabía que daba igual, porque si había soñado con el Rey Rojo, ella misma era parte del sueño de su personaje: “¡Pues claro que él fue parte de mi sueño!..., pero también es verdad que yo fui parte del suyo.”