27 mayo 2023
DAFNE
Que tu luz no me busque, Apolo, porque soy una hoja
que vive con el viento.
Toda la savia es
una caricia blanda,
tengo verdes los brazos de besarme en las ramas,
de mirar en las sombras el cristal desvaído de mi cuerpo.
Los helechos me abren su corazón de agua,
poseo dos mil lunas ganadas al ocaso,
los tilos, el espliego, la frescura
de todos los diamantes que se mueren de frío,
las lianas que adornan
la libertad, el talle, las avenas,
mis pestañas, las rosas, los pedernales tiernos de los frutos,
las blancas mariposas donde beben su plata las raíces,
donde el bosque se espesa de semillas y muerte.
No deseo tu fuego, adoro la ceniza que es espora del trigo
y no quiero otro rayo que el resplandor redondo en las naranjas,
el cenit que atomiza la techumbre calada de los árboles,
los troncos como dioses,
las auroras cebadas en su vientre de polen solitario.
Es inútil que corras, porque este paraíso que fecundan tus ojos
me pertenece ya, es la textura
del fondo de mi carne,
y crezco vegetal
desde la dermis al vello más oscuro donde duermen los mundos,
es inútil que corras, inútil que me alcances,
porque tengo las plantas
vaciadas en la tierra
y el laurel,
es ya un triunfo de oro en mi cabeza.
Ese poema, de Paranoia en otoño, un libro de 1985, forma parte de En el brocal del tiempo, la antología poética de Juana Castro que publica la editorial Cántico con edición de Concha García, que ha hecho la selección de los poemas junto con la propia autora.
Desde Cóncava mujer (1978), su primer libro, hasta Antes que el tiempo fuera, publicado cuarenta años después, en 2018, la trayectoria poética de Juana Castro está marcada a fuego por el recuerdo de su infancia rural en Villanueva de Córdoba y por una conciencia crítica feminista que da voz a las mujeres o relee los mitos en clave femenina, como en el texto transcrito arriba o como en Narcisia, un conjunto de poemas que actualizan el mito de Narciso y lo trasponen al cuerpo de una mujer:
AQUARIA
Llovía largamente por todos los rincones.
Gotas dulces llovían por su espalda,
miel de venas azules el cabello,
arco ciego del mar.
Nalga rosa perdida,
húmeda luz, la clara
porosidad de nieve de sus pómulos.
Arroyos, mar, cascadas inundando
los brazos y las cuevas,
golondrina en el borde su mirada.
Líquida llueve, líquida
se sumerge en las algas
y una rosa de yodo, como una ventana
le florece en la sangre.
Desde su primer libro, la cercanía de la voz transgresora de Juana Castro se ha ido matizando y equilibrando hasta decantarse en una poesía muy personal que habla en voz baja del cuerpo y del deseo, de la memoria personal y de la desolación ante la muerte, del dolor y las alas que dieron título a su segundo libro, escrito tras la muerte de su hijo.
Una poesía potentemente autobiográfica y rememorativa, transfigurada en palabra equilibrada, en mito o en la contención elusiva de un poema tan perturbador como este Padre:
Esta tarde en el campo piafaban las bestias.
Y yo me quedé quieta, porque padre
roncaba como cuando,
zagal, dormíamos en la era.
Me tiró sobre el pasto
de un golpe, sin palabras. Y aunque hubiera podido
a sus brazos mi fuerza,
no quise retirarlo, porque padre
era padre: él sabría qué hiciera.
Tampoco duró mucho.
Y piafaban las bestias.
Ese potente poema pertenece a uno de sus mejores libros, Del color de los ríos (2000), en el que se evoca la memoria colectiva femenina y rural del mundo de su infancia.
Desde la intensidad amorosa de Paranoia en otoño a la pérdida de la memoria y de la identidad en Los cuerpos oscuros; de la alegoría de la caza de amor, el goce y la entrega amorosa en Arte de cetrería a la expresión depuradísima de Cartas de enero, de la indagación en sí misma a través del misterio cósmico iluminado en Fisterra a la búsqueda de la propia identidad en El extranjero, esta amplia antología de la poesía de Juana Castro resume su poesía corporal y del conocimiento.
Una poesía cuidadosa siempre en el terreno de la expresión y profunda en la fuerza emocional de ese “feminismo de la diferencia” al que alude Concha García en su prólogo, donde afirma que “Juana Castro durante más de treinta años ha frecuentado un solo tema modulándolo a gusto del tiempo en que fue escrito: la experiencia de ser mujer desde diversas perspectivas y simbolizaciones siempre contraviniendo la cultura patriarcal.”
Este ‘Disyuntiva’ es otro ejemplo de esas distintas modulaciones del tono y la mirada en la poesía de Juana Castro:
La tentación se llama amor
o chocolate.
Es mala la adicción.
Sin paliativos.
Si algún médico, demonio o alquimista
supiera de mi mal,
cosa sería
de andar toda la vida por curarme.
Pues tan sólo una droga,
con su cárcel
del olvido me salva de la otra.
Y así, una vez más, es el conflicto:
O me come el amor,
o me muero esta noche de bombones.
26 mayo 2023
Proust. La parte de Guermantes
En un admirable y sostenido esfuerzo editorial, El Paseo prosigue la publicación de A la busca del tiempo perdido, con el tomo tercero, La parte de Guermantes, que acaba de llegar a las librerías.
Una cuidada edición con traducción revisada, anotada y puesta al día, de Mauro Armiño, que escribe al comienzo del prólogo: “La celebración del centenario de la muerte de Marcel Proust (18 de noviembre de 1922) casi obligaba a una revisión y puesta al día de un trabajo iniciado hace más de treinta años y publicado en los primeros años del siglo XXI. El cúmulo de ensayos, ediciones, diccionarios, etc. sobre Proust que la filología francesa ha difundido mientras tanto puede calificarse de ingente, por haberse convertido el autor de A la busca del tiempo perdido en el icono francés de la historia de la literatura de su siglo.
[…]
He revisado en profundidad el texto y he puesto al día, de acuerdo con los trabajos filológicos más recientes, la anotación, imprescindible para una lectura correcta de la obra proustiana: más de cien años después de su escritura, personajes y hechos históricos o no históricos, perfectamente conocidos para los lectores de la época, se han desvanecido en la mente de un lector actual, y más si no es francés, por el inexorable trabajo del tiempo. Es obligado en los autores clásicos, y Proust ya lo es.”
Organizada en dos secciones, La parte de Guermantes, tercera entrega del ciclo proustiano, es la más larga y está marcada por el fin de la adolescencia del narrador protagonista con el telón de fondo de los ambientes aristocráticos y de la alta burguesía, ridiculizados y sometidos a la mirada crítica y al sarcasmo lúcido de un Proust distante y casi feroz a veces, cada vez más dueño de su mundo literario. Un Proust que constataba el desmoronamiento de aquel mundo encarnado en personajes como la duquesa de Guermantes, Saint-Loup o Swann.
La aristocracia de los Guermantes y el viaje a Doncières, el faubourg Saint-Germain y el caso Dreyfuss, los amores imposibles, las visitas de Albertine y un Swann terminal, los salones refinados de Mme. de Villeparisis o la princesa de Parma y la amenaza de la muerte, el esplendor y la decadencia de la clase alta, la enfermedad y muerte de la abuela, el amor silencioso y las vidas anodinas, el barón de Charlus y el admirado escritor Bergotte, el ingenio mundano, la frivolidad y las lenguas afiladas, la inteligencia social y el paso del tiempo son algunas de las presencias que flotan sobre este tercer volumen, que se cierra con esta escena, en la que el duque de Guermantes despide a un Swann que está al borde de la muerte:
Al Duque no le preocupaba nada hablar de los achaques de su mujer y de los suyos propios a un moribundo, porque los primeros, interesándole más, le parecían más importantes. Por eso, fue solo por buena educación y por campechanía por lo que, después de habernos acompañado amablemente hasta la puerta, le gritó a Swann, que ya estaba en el patio, para el foro y con voz estentórea:
«Y usted no se deje impresionar con estas tonterías de los médicos, ¡qué diablo! Son unos asnos. Está usted tan firme como el Pont Neuf. ¡Nos enterrará a todos!
Las anotaciones iluminadoras, los orientadores resúmenes y los diccionarios de personajes y lugares facilitan notablemente la lectura, como la indiscutible calidad de la traducción revisada y actualizada de Mauro Armiño y de esta cuidada y manejable edición de El Paseo Editorial.
25 mayo 2023
Canetti. Sobre Kafka
“Todo cuanto sé sobre Kafka me encanta y me inquieta al mismo tiempo. Me encanta su superioridad, que es irrebatible; carece realmente de cualquier vanidad de escritor, nunca se envanece, no puede envanecerse. Se ve pequeño y avanza a pasos cortos. Dondequiera que pone el pie, advierte la inseguridad del suelo. No nos sostiene, mientras estamos con él nada nos sostiene. Y así renuncia él al engaño y a los artificios de los escritores. El brillo de estos, que él percibía perfectamente, ha desaparecido de sus propias palabras. Con él tenemos que avanzar a pasos cortos y nos volvemos modestos. No hay nada en la más reciente literatura que nos vuelva tan modestos. Él reduce la ampulosidad de cualquier vida. Mientras lo leemos, nos volvemos buenos, pero sin enorgullecernos de ello”, anotaba Elias Canetti el 25 de junio de 1947.
Esas líneas se recogen en el capítulo inicial (‘Apuntes de los años 1946-1966’) de Sobre Kafka, el volumen en que Galaxia Gutenberg reúne, además del esencial El otro proceso (1968), los apuntes inéditos preparatorios de ese ensayo de Canetti, con traducción de Adan Kovacsics y Juan José del Solar.
Abre la edición un prólogo (‘El Kafka de Canetti’) en el que Susanne Lüdemann, responsable de la edición alemana junto con Kristian Wachinger, señala que “los propios cuadernos de Canetti sobre Kafka documentan o escenifican justamente esta inseparabilidad de los procesos literarios y biográficos, en cuanto constituyen un intento de proyectar en sí mismo el proceso de autoconocimiento de Kafka y liberar de este modo sus propios procesos creativos.”
En 1955 Felice Bauer vendió la correspondencia con Kafka en un gesto no siempre bien comprendido, pero que contribuyó a iluminar una parte fundamental de la biografía de Kafka cuando se publicaron en 1967 por primera vez las cartas a Felice.
Sólo un año más tarde, apareció El otro proceso. Las cartas de Kafka a Felice, un ensayo de Elias Canetti que, más de medio siglo después, sigue siendo no sólo la mejor aproximación que se ha escrito sobre las cartas a Felice: es además una honda indagación que va más allá de ese material epistolar y lo conecta con el universo literario kafkiano.
Organizado en dos partes, el ensayo de Elias Canetti toma como eje el momento crítico de la ruptura del compromiso matrimonial entre Kafka y Felice en julio de 1914.
En la primera parte, en la que aborda la mayor parte de la correspondencia, que a partir de entonces se fue espaciando, Canetti destaca que Kafka buscaba en Felice “una seguridad a la distancia, una fuente de energía lo suficientemente lejana como para no perturbar su sensibilidad, una mujer que estuviera a su disposición sin esperar de él más que sus palabras, una especie de transformador cuyos posibles fallos técnicos él conocía y dominaba al punto de poder repararlos en el acto a través de una carta.”
Así resume Canetti el significado de este conjunto epistolar al que denomina “diario ampliado”:
No hay informe alguno de un hombre perennemente titubeante que pueda compararse, ni personalidad que se haya desnudado tan íntegramente. A un ser humano primitivo, esta correspondencia podría resultarle ilegible: vería en ella la exhibición impúdica de una impotencia espiritual. Pues todo lo que la caracteriza reaparece siempre en dichas cartas: indecisión, timidez, frialdad de sentimientos, minuciosidad en la descripción de la falta de amor y un desvalimiento de tales proporciones que sólo resulta creíble por el detallismo extremo con que es descrito. No obstante, todo es formulado de manera tal que enseguida se convierta en ley y conocimiento.
La segunda parte, además de seguir la peripecia sentimental posterior a la ruptura, la conecta con su transfiguración literaria en El proceso, escrito en esos meses. Porque esa es la mejor aportación del ensayo de Canetti sobre las cartas a Felice: su capacidad para conectar esa escritura aparentemente privada e íntima con el conjunto de la obra narrativa de Kafka:
Hay escritores, aunque realmente muy pocos, que son hasta tal punto ellos mismos que cualquier observación que aventuremos sobre su persona puede parecernos una barbaridad. Franz Kafka era uno de esos escritores; y en consecuencia, aun a riesgo de parecer poco independientes, tenemos que atenernos al máximo a sus propias declaraciones. Cierto es que sentimos vergüenza a medida que nos adentramos en la intimidad de estas cartas. Pero son ellas mismas las que luego se encargan de quitárnosla. Pues al leerlas descubrimos que un relato como La transformación es aún mucho más íntimo, y logramos ver por fin en qué se diferencia de cualquier otro relato.
Además de simples notas de lectura, estos apuntes de Canetti en sus cuadernos constituyen un torbellino de ideas, un laboratorio de experiencias y escritura, de la que surgió El otro proceso, en donde Canetti proyectó su propio mundo literario y personal, hasta el punto de que en ese ensayo se desdibujan las fronteras entre Canetti y Kafka, entre la intimidad del sujeto que escribe y la del objeto de su escritura, un Kafka al que Canetti definió como “el escritor que más puramente ha expresado nuestro siglo y al que, por lo tanto, considero como su manifestación más esencial.”
Por eso, en la nota a esta edición española, Ignacio Echevarría destaca que “el presente libro no sólo vuelca nuevas luces sobre Kafka: las vuelca también sobre la personalidad y la obra del propio Canetti, y lo hace en medida muy superior a la esperable.”
Y aanque su núcleo sea El otro proceso, la gran aportación de este volumen, que incorpora un extenso aparato de notas y un útil índice de nombres y de obras de Kafka citadas, son los materiales inéditos que completan todo lo que Canetti escribió sobre Kafka, a los que se añaden dos apéndices: una conferencia de 1948 sobre Proust, Kafka y Joyce y el discurso Hebel y Kafka, que Canetti leyó el 10 mayo de 1980 con motivo de la concesión del Premio Johann Peter Hebel.
Casi medio siglo, entre 1946 y 1994, transcurre entre el primero y el último de estos apuntes, la mayoría de los cuales no se habían publicado hasta ahora. Esa continuidad entre las anotaciones anteriores a El otro proceso y las posteriores habla muy claramente de la presencia decisiva y conflictiva de Kafka en la obra de Canetti, que, como afirma Susanne Lüdemann, oscilará entre la identificación y el rechazo de su modelo, que puede llegar hasta el parricidio simbólico.”
24 mayo 2023
Cuaderno de Italia
Ya está disponible en librerías y en la web de La Isla de Siltolá mi Cuaderno de Italia. Dejo aquí estos dos poemas como anticipo:
GÁLATA MORIBUNDO
La muerte me pronuncia.
Caí contra la piedra y herido ya de muerte,
mi cuerpo hace un recuento de todas sus heridas:
las de ahora y las otras antiguas que dejaron
cicatrices y el hueco del dolor en la carne.
La muerte me pronuncia en Pérgamo esta tarde,
pero yo me resisto, rendida ya la espada,
apoyado en mi escudo, apoyado en mí mismo,
desnudo ante el destino.
La tarde transparente,
el aire tibio, el sueño letal de la batalla
me dejan en la herida otra flecha sangrante
y otra grieta profunda que me arde en el costado:
el material punzante del recuerdo.
SAN COSIMATO IN MICA AUREA
Es un lugar oculto a la mirada extraña.
Sus columnas son árboles
de bosque peligroso y travesía secreta.
Tienen la intimidad del grito y la penumbra,
la sombra intransitiva que sangra en el espanto.
Por estos claustros viejos
pasa el dolor. Y el miedo
se refugia en los arcos de su oscura belleza.
Porque el dolor y el miedo, la belleza y la vida
buscan consuelo aquí: en este claustro en sombra,
en esta luz que tiembla como un candil de pena
sobre el tiempo y la frágil
levedad de su arena dorada por el tiempo,
sobre el frío incandescente
de la piedra que piensa y el corazón que duele.
23 mayo 2023
Dias del indomable. Diario de un poeta
“Aún hay algo peor que creerse muy inteligente y no serlo, o peor que creerse muy guapo y no serlo. Y es creerse buen poeta, estar convencido de ello por activa y pasiva, y no serlo de ningún modo. Al contrario, ser un muermo, un paquete contra reembolso, un cazo escribiendo versos.
A veces uno se cansa ya de mentir y se dice a sí mismo que basta. Basta ya de bailarle el agua a la gente del mundillo poético. Hay que ser capaz de decir las cosas claras en este terreno tan pantanoso de la poesía. Al pan, pan, y al vino, vino.
Y si uno mismo tiene que dejar de escribir, porque sus poemas son verdad un castañazo, pues deja y ya está.
Que no pasa nada por dejar de escribir poesía. Nadie se ha muerto por eso. Uno se dedica a otra cosa en que pueda hacerlo mejor y santas pascuas. Algo habrá por ahí…”, escribe Alfredo Rodríguez en Dias del indomable. Diario de un poeta (2010-2011), un dietario sin fechas que publica Los papeles de Brighton.
Un diario intenso y lúcido, apasionado y divertido por el que desfilan maestros y amigos (José María Álvarez, Antonio Colinas, Martinez Mesanza, Miguel Ángel Velasco, Luis Alberto de Cuenca, Brines o Mestre) a los que rinden homenaje la palabra y la mirada de alguien como Alfredo Rodríguez, que se siente poeta por voluntad y por destino y ha hecho de la poesía su apasionada razón de vida como lector y como escritor, porque sabe que “la poesía o se tiene dentro -impronta indeleble- o no se tiene.”
Miguel Sánchez-Ostiz señala en su prólogo que “Días del indomable es un devocionario (laico y muy literario) porque de devociones trata: gente, momentos, libros, lugares… devociones y entusiasmos de un indomable. Poeta en marcha Alfredo Rodríguez, incansable a lo que se ve, en pos de vivir para la poesía y por ella, y por un ideal de belleza épica en una época que de épica tiene más bien poco.”
La vida y la literatura, las lecturas y los viajes, las notas de lectura y el cine. París y Venecia, la música de Albinoni y la de Héroes del silencio, Museo de cera y los Tratados de armonía, Europa y Noche más allá de la noche comparten estas páginas con las evocaciones íntimas, con las conversaciones y la experiencia paradójicamente sanadora de la enfermedad, con las reflexiones sobre la poesía o la ironía ante la cucaña de los poetas y la pequeñez del turbio mundillo literario local, igual en todas partes y superpoblado por “pretendidos poetas, escribidores de poesía doméstica y ramplona, licántropos de la literatura.”
Y se indigna cuando denuncia que “lo malo de la poesía es que cualquiera -cualquier gañán- emborrona diez o doce frases juntas, más o menos conexas o, mejor, inconexas -quiero decir, que no siguen un discurso racional lógico (sí, eso vende mucho)- y ya se cree poeta. Ya se cree a sí mismo capacitado para salir ahí a la arena del circo a dar cauce a su burda emotividad y decir que es poeta y que desde siempre lo ha sido. Grandeza innata la suya. Ejem…”
Porque “las vanidades exacerbadas y ciegas, negras envidias y podredumbres del alma, los rencores y venganzas, zancadillas y sucias jugarretas campan por sus respetos entre poetas y vanos escribidores de versos que juegan a ser poetas”, afirma Alfredo Rodríguez, un poeta verdadero que conoce esas cuevas poéticas por dentro y añade desde fuera, con mirada distante y comprensiva: “Ya sabemos que la vanidad es una enfermedad profesional de los poetas […] Pero eso no es malo. Al contrario, es bueno, es normal que así sea. La vanidad es congénita al hecho de la creación poética y artística”,
No es cuestión de desmentirle. Así que dejo aquí este capítulo en el que incorpora las mías a su brillante lista de iniciales de poetas maestros y amigos cuando evoca “el nombre de un poeta amigo, ya un maestro, SD -el autor de Las provincias del frío o En un bosque extranjero- que tiene la amabilidad de enviarme una plaquette con los poemas de una lectura en Alcobendas bajo el título De la lengua al ojo.
Porque los versos de SD tienen el colorido de la obra maestra. Se perciben a través de los sentidos y tienen efecto inmediato sobre la conciencia. Se lo dije el otro día a él personalmente: «qué elegancia, qué clase tienen tus poemas, amigo. Respiran hondura y pureza a partes iguales. Qué pena no tener por aquí, por esta tierra, un poeta de tu altura, para poder beber de ti desde más cerca». Con esa manera suya de concebir la poesía, esa experiencia tan intensa. Y su línea de belleza, balaustrada de oro. Empaparnos ahí bien. Sentirla bien cerca.”
22 mayo 2023
Las cartas de Joyce, en Páginas de Espuma
Querida Nora: Después de haberme tenido cinco días sin noticias, garabateas tu firma junto a otras en una postal. ¡Ni una sola palabra de los lugares de Dublín donde te conocí y que están tan llenos de recuerdos de nosotros dos! Desde que te fuiste me he encontrado en un estado de ira tonto y agotador. Considero todo el asunto erróneo e injusto.
No puedo dormir ni pensar. Todavía tengo el dolor en el costado. Anoche tenía miedo de tumbarme. Pensé que moriría durante el sueño. Desperté a Georgie tres veces por el miedo de estar solo.
Es algo monstruoso sentir que pareces capaz de olvidarme en menos de una semana y olvidar también los hermosos días de nuestro amor. Abandono triste esta noche pues tengo miedo de quedarme aquí: tengo miedo de mi mismo.
Llegaré a Dublín el lunes. Si tú has olvidado, yo no. Saldré solo a buscar y caminar con esa bella sombra que todavía recuerdo.
Puedes escribirme o telegrafiarme en Dublín a la dirección de mi hermana.
¿Qué son Dublín y Galway comparados con nuestros recuerdos?
JIM
Esa carta de James Joyce, una tarjeta postal dirigida a Nora Barnacle desde Trieste el 12 de julio de 1912, es una de las que recoge el epistolario del autor del Ulises entre los años 1900 y 1920. Es el primero de los dos volúmenes que reúnen en Páginas de Espuma todas sus cartas conocidas, junto con algunas de escritores como Stefan Zweig o Yeats, con edición y traducción de Diego Garrido, que ya se encargó de la magnífica edición de los Cuentos y prosas breves de Joyce en esta misma editorial.
Organizadas cronológicamente en torno a tres ejes -Dublín y París (1882-1904), Pola, Roma y Trieste (1904-1915), Zúrich y Trieste (1915-1920)-, entre los centenares de cartas y tarjetas postales que se transcriben las más abundantes son las dirigidas a su mujer, Nora Barnacle, a su hermano Stanislaus Joyce y a su editor Grant Richards. Pero tienen también mucho interés las que envió a Ezra Pound, a Yeats o a Oliver St. John Gogarty, que inspiró la figura de Buck Mulligan en el Ulises.
En muchas de estas cartas hay referencias a los cuentos de Dublineses (‘Los muertos’, ‘Las hermanas’ o ‘La casa de huéspedes’), al Retrato del artista adolescente o al Ulises, a Exiliados, su obra de teatro, a Música de cámara, su primer libro de poesía, o a The Egoist, la revista literaria en la que colaboró con frecuencia, como T. S. Eliot.
Cada una de las tres secciones del libro se remata con un espléndido conjunto de fotografías que conforman un espectacular álbum joyceano que, como su biografía y sus cartas, transcurre entre Dublin y París, entre Roma, Zurich y Trieste.
A este primer tomo le seguirá un segundo volumen en el que se reunirá el resto de las cartas de Joyce, hasta la última postal que escribió a su hermano el 4 de enero de 1941 pocos días antes de la peritonitis que provocó su muerte. Precisamente, otra tarjeta postal enviada a su amigo Paul Ruggiero desde Venecia el 4 de julio de 1920, cierra este conjunto epistolar, editado espléndidamente, aunque se haya deslizado algún error de traducción como este, de la página 894: “Muchas gracias por su carta. Como va a disfrutar al fin de sus vacaciones, no le infringiré [sic, en vez de infligiré] una larga respuesta.”
Un conjunto que constituye “la edición más completa de las cartas del autor”, como señala Diego Garrido, responsable de la edición y la traducción, que añade que “el orden es cronológico y las notas, a pie de página, son breves e informativas: en la mayoría de los casos se limitan, para no entorpecer demasiado la lectura, a identificar a las personas y obras nombradas por Joyce o su corresponsal.”
21 mayo 2023
20 mayo 2023
19 mayo 2023
18 mayo 2023
Restaurar el alma del mundo
El vínculo vital que nos une a la inteligencia de la naturaleza. En ese orientativo subtítulo se resume el sentido de Restaurar el alma del mundo, el luminoso ensayo de David Fideler que publica Atalanta con una espléndida traducción de Amelia Pérez de Villar.
‘En busca del universo vivo’ se titula la introducción, que abre esta cita de Einstein: “La experiencia más bella que uno puede tener es la de lo misterioso. Es la emoción primigenia que se encuentra en el origen de todo arte o ciencia verdaderos. Aquel ajeno a esta emoción, que no sea capaz de maravillarse y conservar el rapto que provoca el asombro, estará como muerto.”
Sobre esa cita se construye este planteamiento inicial: “Hemos alcanzado el nivel más alto de conocimiento tecnológico al que haya llegado cualquier civilización, pero a expensas de olvidar lo que significa vivir en este mundo, en un universo vivo. Sin esta conexión –también viva– con el mundo, nuestra existencia se vuelve trivial, rutinaria y mecánica. Este distanciamiento nos lleva a preguntarnos por el sentido de la vida, entre otras cuestiones abstractas, pero tal sentido es en sí mismo una experiencia que consiste en establecer el vínculo más profundo posible con el mundo y con los demás.”
Y a partir de ese pórtico David Fideler aborda el despertar de la humanidad a la belleza de lo natural, un despertar al universo desde el impulso cosmológico, el deseo y la búsqueda de la belleza y el alma del mundo.
Muchos de los planteamientos del libro tienen su apoyo en citas de poetas como T. S. Eliot, que se preguntaba en el primer coro de La roca:
¿Dónde está la Vida que perdimos viviendo?
¿Dónde la sabiduría perdida en el conocimiento?
¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?
Platón y Goethe, Blake y Wordsworth, Coleridge y Emerson, Séneca y Jung, Plotino y Leonardo, Schelling y Giordano Bruno son algunos de los referentes en los que se apoya Fideler para renegar de la alienación que provoca la mecanización del mundo, para evocar el redescubrimiento del alma en la Florencia renacentista, para redescubrir el universo reanimado y vivo, para reivindicar una recuperación de la psique o para fijar el patrón que conecta a los seres vivos en una integración colaboradora de la vida y la mente en la naturaleza.
Una integración que se percibe también en la mirada abarcadora que Fideler proyecta sobre la historia de la cultura y la evolución de la ciencia, sobre la poesía y la astrofísica, sobre la teología y la filosofía para reivindicar la recuperación de los vínculos perdidos con un cosmos viviente y con la inteligencia sutil y creativa de la naturaleza.
Vínculos que se contemplaban en la cosmología antigua, en la filosofía griega o en las tesis de la alquimia y se despreciaron desde el racionalismo y la revolución científica del XVII, con su concepción mecanicista del universo. La propuesta central de Restaurar el alma del mundo es justamente la de restaurar esos vínculos desde una nueva conciencia de la naturaleza para contemplar la relación entre el hombre y la realidad desde una nueva perspectiva cosmológica que incorpore no sólo elementos científicos y físicos, sino también artísticos y espirituales.
Y así, en la tercera parte del libro, titulada Anima mundi. Redescubrir el universo vivo, Fideler recuerda que “para Schelling, Naturaleza y Espíritu -los polos objetivo y subjetivo- no son más que dos caras de la misma realidad subyacente. A su juicio, la naturaleza es ‘espíritu visible’, y el espíritu, ‘naturaleza invisible’. En la humanidad, el espíritu adormecido de la naturaleza despierta en la autoconsciencia. Pero el conocimiento humano es en último término el conocimiento que la naturaleza tiene de sí misma, y naturaleza y mente son sólo aspectos distintos de un único patrón dinámico.”
Algo parecido escribió Wordsworth en La excursión:
En todas las cosas, en todos los naturalezas […],
el espíritu, que no conoce ningún lugar aislado,
ningún abismo, ninguna soledad; de un eslabón a otro
pasa el Alma de todos los mundos.
Tal es la libertad del universo;
cuanto más se despliega, más visible se vuelve
y más lo conocemos; y, sin embargo, poco se venera
y poco se respeta en la Mente humana,
su hogar más evidente.
17 mayo 2023
Antología de Rafael Cadenas
Yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor. Pero mi raza era de distinto linaje. Escrito está y lo saben —o lo suponen— quienes se ocupan en leer signos no expresamente manifestados, que su austeridad tenía carácter proverbial.
Este es el comienzo de Los cuadernos del destierro (1960), de Rafael Cadenas: un subyugante poema narrativo dotado de una magia que no está sólo en las palabras, sino en una tonalidad en la que lo mágico y lo sobrehumano se expresan en un tono de exorcismo aterrador por medio de una voz que no es sólo la voz personal del poeta, sino la de un mundo que se expresa a través de él.
Con motivo de la concesión del Premio Cervantes a Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930), el Fondo de Cultura Económica reúne en un cuidado volumen una amplia muestra de su poesía, con la que ha explorado verbalmente el misterio del mundo y del hombre durante más de seis décadas.
Florecemos en un abismo es el título de esta antología, seleccionada por él mismo, que recopila lo más significativo de su poesía, entre los inéditos del inicial Poemas de Trinidad (1954) y el último En torno a Basho y otros asuntos.
La abre un prólogo en el que Arturo Gutiérrez Plaza hace un recorrido apasionado por la vida y la obra de Cadenas y destaca que “esta es la primera antología en la que Cadenas participa de modo activo en el escogimiento de poemas a incluir y lo ha hecho, además, junto con su hija Paula, por lo cual se trata de una antología no solo personal, sino también familiar. En ella podemos apreciar la valoración que el mismo poeta ha efectuado de su obra, como saldo de cuentas de una vida dedicada a la escritura de poesía.”
En esa trayectoria, tras Falsas maniobras se produjo una modificación sustancial del tono en la poesía de Rafael Cadenas, que pasó de la incursión en lo telúrico, lo mágico y lo desconocido ( “Ya el delirio no me solicita”, escribió en Intemperie) a la claridad del aire, a la transparencia del estilo y a un cambio en el sujeto lírico: del hechicero al hombre corriente y al inadaptado, como en estos versos de Gestiones, que junto con Memorial, es el libro del que Cadenas ha seleccionado más poemas para esta antología:
Soy
apenas
un hombre que trata de respirar
por los poros del lenguaje.
Un estigma,
a veces un intruso,
en todo caso alguien fuera de papel.
Con Intemperie se iniciaba la evolución de Rafael Cadenas hacia una disolución del yo que se convierte en desistimiento en estos versos:
Vida,
arrásame,
barre todo,
que sólo quede
la cáscara vacía, para no llenarla más,
limpia, limpia sin escrúpulo
y cuanto sostuviste deja caer
sin guardar nada.
Florecemos en un abismo es la espléndida reconstrucción de un itinerario poético que se concreta en la actitud humana y verbal de Rafael Cadenas ante el mundo, ante el lenguaje y ante sí mismo. Una actitud que queda resumida en este poema:
ARS POETICA
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni
añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir la verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis
palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame
la impostura, restrégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
16 mayo 2023
Cuidado con el perro
¡Oh Dios, sabio señor de las criaturas, que un día dijiste aquello de que el hombre no es bueno que esté solo y, de repente, diste cuerpo a los perros! ¿No fue así? Hazte perro también, baja a la tierra, déjate sacrificar en la perrera municipal para que puedan consagrar en tu nombre los veterinarios. Carne de perro Tú, consuelo de esas almas que no alcanzan redención con tu sangre y necesitan un perro que la cumpla, un dios canino que les ladre cada día.
Ese es el párrafo que cierra Cuidado con el perro, la novela corta de José Antonio Ramírez Lozano que publica Eolas.
Como en gran parte de su obra literaria, la imaginación, la ironía y la palabra creadora conforman un triángulo en el que habitan historias y personajes sobre un fondo de sátira y crítica social implícita:
Matilde Sigüenza, filóloga canina, fundadora de la ‘Academia Cipión y Berganza. Ladriparla y fonética de los aullidos’; el doctor Riquenim, especialista en psiquiatría animal, y fundador de una asociación de hombres canes (‘Gengis Kan’, naturalmente), que preside don Arturo Mesa del Hoyo Domínguez, gran danés por parte de madre, en la que se reivindica la igualdad de derechos entre hombres y perros y en la que ingresa Narciso Pastor Alemán, un hombre que añora una correa.
Desfiles de modelos caninos en un bazar chino, la tos perruna que hermana al hombre con el can en un intercambio de ladridos humanos y palabras caninas, las aspiraciones humanas de un perro lector que acaba vocalizando y quiere ser cartero, las de otro, aspirante a policía; el perro que no cabe en su corto nombre o el hombre que se siente perro son algunos de los episodios en los que se sustancian narrativamente la caninidad del hombre y la humanidad del perro.
Cave canem, que decía el clásico. Cave hominem, habría que decir en estos tiempos de animalistas desquiciados, de perros que hablan y dueños que ladran.
Se presenta esta tarde en la Feria del libro de Badajoz.
15 mayo 2023
14 mayo 2023
Despotrico de El País, de los socialdemócratas…
Despotrico de El País, de los socialdemócratas, de L. Q. Creo que todo lo que digo es verdad. Los socialdemócratas han conseguido tener la exclusiva en la elaboración de carnets de izquierdas. Si estás contra mí, eres la derecha, y eso te lo dice una legión de beatas, de hijos de militar de alta graduación o de comisario, legión de camisas azules a medio arrepentir, de jesuitas sin reciclar. Con casi sesenta años, puedo permitirme lo que me permitía a los treinta y cinco, cuando hablar así te cerraba puertas, te aislaba laboral y socialmente. Ahora estoy en puertas de la jubilación, y no aspiro a nada que no sea vivir en paz en mi casa, que ni siquiera está dentro del pueblo sino en medio del campo. Muchos de estos neocensores han leído a Marx, saben lo que se hacen y a lo que han renunciado, y son conscientes de que no generan ideología sino productos tóxicos, no es que reflexionen y se equivoquen, sino que rebozan su menú con la intoxicación. Se mueven con la disciplina de un ordenado ejército. Fatiga, aburre, desespera el mecanismo de la política, ese afán para que todo se integre en una dicotomía por la cual ellos son la mitad justa del mundo y el resto (¡esa maldita derechona!), la otra mitad, permanece amparada por una ignominia monocroma y universal. Ormuz y Arimán, dos grandísimos hijos de puta que se repartieron el mundo.
Rafael Chirbes.Diarios.A ratos perdidos 3 y 4.Anagrama. Barcelona, 2022.