Un día como hoy, el 13 de diciembre de 1950, terminaba Rafael Sánchez Ferlosio su primera novela, Industrias y andanzas de Alfanhuí. Su última frase –"Alfanhuí vio, sobre su cabeza, pintarse el gran arco de colores"- culminaba la que, en palabras de Ignacio Echevarría, es una “novela insólita e inclasificable, mezcla de relato de formación y retablo de maravillas, escrita con una prosa prodigiosa, de originalísima imaginería, y dotada del encanto intemporal de las viejas narraciones.”
Una novela excepcional en todos los sentidos. Además de por su calidad literaria y su potencia imaginativa, por su singularidad, porque no hay nada comparable en la narrativa española a las Industrias y andanzas de Alfanhuí por su naturalidad en el tratamiento de lo maravilloso, por su incorporación de lo fantástico en lo cotidiano.
Novela itinerante con rasgos de novela picaresca, novela de formación y ritos de paso, elegía de la infancia, precedente del realismo mágico... Son algunas muestras de los intentos de caracterización de un relato que se resiste a la simplificación del rótulo.
Alfanhuí es, sobre todo, una novela de la mirada. Desde la significativa cita inicial de Mateo 6,22, “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es puro, todo tu cuerpo será luminoso”, hasta la luz del arco iris que cierra la novela, la mirada y el color son los hilos conductores de una narración organizada en tres partes que cierran la muerte o la ceguera.
Industrias al principio y andanzas luego. Guadalajara, Madrid, Moraleja. El gallo de veleta y el maestro taxidermista que pone al protagonista un nombre que es una onomatopeya del grito de los alcaravanes, porque, como ellos, tiene los ojos amarillos; don Zana, la marioneta, y la pensión de doña Tere; la abuela, febril incubadora de huevos de gallina; la muerte venerable del buey Caronglo...
Son algunos de los inolvidables episodios que van alimentando una sabiduría que a Alfanhuí le entra por los ojos de su mirada infantil a lo largo de una obra de la que Ferlosio escribía en 2001, a los cincuenta años de haberla publicado: “puedo salvar todavía el ingenio de ciertas ocurrencias y hasta la felicidad de algunos hallazgos de invención.”
Entre ellos, con la textura de una prosa sólida y con la sutileza delicada del sabio contador de historias, la aventura del viento remoto y la flauta que toca silencios o los jardines de la luna y el sol.
Con ilustraciones de Asen Stareishinski, la recupera en una magnífica edición en tapa dura Literatura Random House.