Esta vez, la mirada de Teresa había perdido
su arrobo y se había cargado de sospechas. A Ginés más le valía haberse tapado
los oídos.
—Ya lo deja claro el Evangelio de Mateo con ocasión de aquel muchacho rico que preguntó qué tenía que hacer en la vida para entrar en el Reino de los Cielos —remató el obispo fulminante—. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los cielos. Palabra de Dios.
—Ya lo deja claro el Evangelio de Mateo con ocasión de aquel muchacho rico que preguntó qué tenía que hacer en la vida para entrar en el Reino de los Cielos —remató el obispo fulminante—. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los cielos. Palabra de Dios.
Toda la misa anduvo ya Ginés mohíno,
embargado por la frase del Evangelio de Mateo. Nunca antes había caído en la
tremenda consecuencia de aquellas palabras. Tal vez porque, no siendo rico, las
tomaba entonces por ajenas, como si no fueran con él. Por eso no le afectaban,
eso era. Pero habían cambiado sin duda las circunstancias y ahora le tocaban de
lleno. Por más que acabase de hacer una gran obra de misericordia con los
ancianos, aquello no parecía bastar para entrar en la mansión celeste. Las
palabras del Evangelio no dejaban lugar a duda. Habían sonado en la voz del señor
obispo con el timbre de un oscuro emisario. Se imaginó camello y no pudo
resistir su angustia. El reino de los cielos le estaba negado. Nunca podría
pasar por el
ojo de una de aquellas agujas de Teresa.
—¿Te duele algo, Ginés? —le dijo
ella en el coche—. No has parado de tocarte el pecho en toda la misa, hijo.
—Congoja, Teresa. Eso es lo que tengo.
—¿Y eso? ¿Congoja de qué?
—¿Tú has oído bien lo que ha dicho de los ricos el
obispo?
Teresa se quedó un momento pensativa,
recapacitando, tratando de recordar qué es lo que había dicho el prelado que
contraviniera su condición.
—Ha dicho lo de los talentos que yo te dije,
eso es. ¿A que tenía yo razón?
—Lo de los talentos es lo de menos, Teresa.
Ha dicho que, según el Evangelio de san Mateo, los ricos lo vamos a tener difícil,
que Jesucristo dejó bien claro que era más fácil que un camello pasase por el
ojo de una aguja que un rico entrase en el Reino de los Cielos. Figúrate.
—Bueno —le quitó importancia
ella—, eso será un ejemplo, como el de las parábolas.
—Las parábolas son figuraciones sí, pero esto no es ningún
cuento que haya que interpretar, Teresa. Esto es que lo dice de viva voz
Jesucristo, así a bocajarro. Aquí no hay parábola
ninguna.
En ese fragmento está la clave del argumento de El camello de oro, la última novela de José Antonio Ramírez Lozano. La publica en su cuidada colección de narrativa la editorial Carpe Noctem