Hacer «vivir la historia» no es algo que consigan siempre los mejores historiadores, a menudo estratificados por la abundancia de materiales con los que deben documentar sus relaciones e informaciones. Por eso, tal vez, las batallas napoleónicas en Rusia nos parecen más auténticas cuando las describe Tolstoi en La guerra y la paz y la batalla de Waterloo cuando la refiere Victor Hugo en Los Miserables, que cuando la relatan, con rigor documental, los buenos historiadores. Sin estos últimos, los novelistas no hubieran podido valerse de la historia como un alimento de la fantasía, pero es posible que sin los tratamientos que han dado los novelistas a la historia, los personajes y los hechos históricos no tendrían la vitalidad y la presencia que tienen en la vida de las naciones.
Mario Vargas Llosa & Rubén Gallo.
Conversación en Princeton.
Alfaguara. Madrid, 2017.