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08 agosto 2021

La España de Fernando de Rojas



Las páginas de La Celestina son un venerable lugar de encuen­tro. En ellas, como en todo libro de su magnitud, sea de ficción o no, generaciones de lectores han encontrado con siempre renovada admiración el espíritu de su autor. Pero no es tan sólo la mente de Rojas, por única, sensible e inteligente que sea, la que engendra esta mara­villa y secreto regocijo. La sensación de que algo misterioso, totalmente nuevo e inmensamente importante rezuma de la obra, se debe a una intuición de atemporalidad. Nos encontramos ante un espíritu que ha descubierto la manera de liberarse de la monótona limitación de la rutina cotidiana; espíritu encaramado al pináculo del poder crea­dor, rastreando como un lebrel, cerniéndose como un halcón y ha­ciendo eternos «algunos ratos [hurtados] de [su] principal estudio», Tales espíritus y tal liberación son la sustancia misma de una calidad llamada -por aquellos que la han experimentado de segunda mano- grandeza artística.
 
Nuestra noción de lo que significa la creación literaria queda ilus­trada frecuentemente por el recuerdo anecdótico de estos intervalos fuera del tiempo. Berceo en su oscuro portal, Cervantes en su pri­sión, Stendhal escondido en el número 8 de la rué Caumartin, nos recuerdan que lo que parece superior a la capacidad humana, comien­za en la liberación del hombre. Pero Fernando de Rojas no tiene un mito tan familiar, si bien trató de darnos uno en su carta-prólogo. Los lectores quedaron tan subyugados por las voces registradas por él, y que apagaron la suya propia, que generalmente han pasado por alto las circunstancias de su trascendencia. La autonomía de los locu­tores proporciona de por sí una sensación casi embriagadora de liber­tad. Hasta el punto de que, cuando los lectores encuentran el espíritu de Rojas, no caen en la cuenta de que es su alma -es decir, la mente de un autor vivo, engastada en una biografía, que escribe enfebrecido en una celda de estudiante, libre de clase durante dos semanas.
 
Es precisamente esto lo que el presente libro intentará remediar. Colocando a Fernando de Rojas en el transfondo de su España, de sus circunstancias históricas y biográficas, llamadas La Puebla de Montal­bán, Salamanca y Talavera de la Reina, podremos volverle a encon­trar y apreciar mejor su experiencia. Por la misma naturaleza de los datos a su disposición, la mayoría de los biógrafos intentan revelar los seres humanos a quienes estudian por un examen de su cautiverio. No tienen por qué disculparse: solamente por el conocimiento de los ba­rrotes, cadenas, grilletes, muros y guardianes, puede reconocerse y admirarse el milagro de la evasión creadora.

Stephen Gilman.
La España de Fernando de Rojas.
Panorama intelectual y social de La Celestina.
Traducción de Pedro Rodríguez Santidrián.
Taurus. Madrid, 1978.