El procurar que nuestras acciones sean conocidas es por entero entregarse a las circunstancias; es la suerte la que nos suministra la gloria, conforme a su inestabilidad. Muchas veces la vi marchar delante del mérito y otras sobrepasarlo con demasiada generosidad. Quien encontró primero semejanza entre la gloria y la sombra fue más perspicaz de lo que esperaba; cosas son ambas de una vanidad perfecta: también la sombra precede al cuerpo que la proyecta, o le excede con mucho en longitud. Los que enseñan a la nobleza a no buscar en ella nada que difiera del honor, «como si una acción no fuera virtuosa más que cuando ha sido celebrada», ¿qué pretenden con ello sino amaestrarla en no echarse en brazos del azar cuando sus acciones son invisibles, y hacer que paren mientes en si hay testigos que puedan dar noticia de sus proezas, allí mismo donde se presentan ocasiones mil de obrar bien sin que haya posibilidad de que la acción pueda ser advertida? ¡Cuántas hermosas proezas individuales quedan enterradas en medio de la confusión de una batalla! Quien se entretiene en considerar a los demás durante el combate no se beneficia demasiado a sí mismo.