La visión de una transición regida por un pacto de silencio ha tenido un éxito espectacular entre todos los que, desde hace diez años, hablan cada vez que la ocasión se presenta —por ejemplo, la publicación de cualquier libro sobre represión— de la necesidad de recuperar la memoria histórica. Se habla entonces de una transición amnésica, de una tiranía del silencio, de un pacto de olvido, de una sintaxis de la desmemoria. Si en el caso de cierta sociología, la transición fue casi una necesidad determinada por fuerzas objetivas, en el caso de los cultivadores de la recuperación de la memoria histórica, la transición se presenta como el resultado de una amnesia colectiva de la que sería preciso rescatar a los españoles: todo lo perverso que a partir de aquel momento ha ocurrido en la sociedad y la política, desde los liderazgos fuertes a la debilidad de las partidas presupuestarias destinadas a gasto social, se debería a que los españoles renunciaron a la memoria y erraron amnésicos por el mundo.