Mi biografía se escribe
prácticamente sola:
unas cuantas piedras por aquí y por allá,
algunas conchas rotas
y un manojo de arena intempestiva
que a veces me emborrona los ojos
y entonces no puedo ver
ni a nada ni a nadie
ni tan siquiera pensar.
Esa es la ola inaugural de las dieciséis Olas de tierra, la primera de las cuatro partes de Biografía de olas, de Isabel Alamar, que publica Olé Libros.
A esas primeras olas autobiográficas les suceden luego las reflexiones líquidas sobre la escritura de las Olas de agua o los encendidos poemas amorosos de las Olas de fuego. Como este, que convoca los cuatro elementos sobre los que se construye la arquitectura del libro:
En esta noche de lluvia y tinta
me siento púbica y bélica a la vez.
Te digo, amor, entre greguerías
improvisadas.
Tu presencia alborota mi sangre
que repica por dentro como un río
embravecido de serpientes alcalinas.
Ven conmigo, amor, ven.
Buscaremos juntos el amor mesiánico
de torrenciales bosques que se desbocan.
No esperes más, nos esperan
el agua, la tierra, el aire
y, sobre todo, el fuego.
Ven conmigo, amor ven.
Amor, conmigo ven.
Una sucesión de oleajes para completar un conjunto de setenta y cinco textos que unen meditación y contemplación, sentimiento y palabra, vida y literatura hasta el minimalismo poético de la última sección, Olas de aire, que aborda desde la levedad verbal de su mirada contemplativa y su forma breve, emparentada con el haiku, la vivencia del paisaje como símbolo de la vida.
Como en este poema, con el que se cierra el libro, “un cuaderno de bitácora, escrito durante tres largos años”, como señala en el prólogo Mila Villanueva:
Vuelven las hojas,
vuelven los días,
vuelven los vientos.