todo lo que nace puede ser un buen poema
puede ser un poema
uno bueno
puede ser el poema que no es
el poema que no está en el tallo de la pragmática
me interné contigo en un bosque
había relato
no hubo spoiler
ni rama
en el amor
en las caricias
en nuestra primera piedra
nos hicimos hombres
tú la hembra del clan
sin noción del tiempo que llevo en el cascarón del poema
que no es
que es esto
una ráfaga demasiado ocupada
la electricidad del final
la ternura de un dron
Así termina La cesta del lobo, el largo poema que abre y da título al libro de Raquel Ramírez de Arellano que publica Ya lo dijo Casimiro Parker.
Dedicado a Guadalupe Grande, a la que le unen el afecto personal, la coexistencia en el mismo lugar moral y las afinidades poéticas, La cesta del lobo, rito de nieve ardiente y declaración de amor y de principios, es una reivindicación del sentido del poema como puerta de entrada o de salida, del latido de la vida y las turbulencias del sentimiento, de la dignidad de la mirada resistente a través de una reflexión constante sobre la escritura, sobre la soledad intransitiva y el ardor irrefrenable del deseo desbocado.
Afirmados sobre el peso de la palabra alucinada y desobediente y sostenidos en la potencia de sus imágenes, la intensidad expresiva de estos textos reconstruye un itinerario amoroso de dudas, preguntas y decisiones, de inseguridades y ausencias. Textos que tienden puentes entre las dos primeras personas del verbo en un ejercicio que vincula lo cotidiano y lo literario, la palabra coloquial y la ambición poética, el hastío de la costumbre y el prodigio de las revelaciones en el instante irrepetible del poema y en su caudalosa palabra en libertad:
Deja sobre la mesilla tu gorrión
y tráeme otra noche
córtale una pluma al transeúnte armado del próximo tranvía
da de comer al ocaso
Textos que, entre la reflexión serena y el ímpetu verbal, surgen del diálogo consigo mismo y con el otro, con ese tú revelador hacia el que se proyectan las incertidumbres y las certezas, los recuerdos y los días:
se me acaba la memoria ram
del poema
en su punto álgido todas las cabalgatas se vienen abajo
solo pongo lo que puedo poner
lo que no pueden los otros
lo que no pueden
lo que no puedo yo