Del último de los aforismos del libro (No es locura, es claridad) toma su título el volumen que Rosario Troncoso publica en la colección Aforismos de La Isla de Siltolá.
Desde la reivindicación de la duda y la incertidumbre frente a las certezas feroces que dan título a la primera de las dos partes en las que se articula el libro, hasta el elogio de la locura y la libertad de la última sección, los aforismos de No es locura, es claridad son el testimonio de un viaje ascético que, partiendo de la herida y la conciencia de la pérdida, acaba haciendo un descarnado ajuste de cuentas con la vida antes de alzar un grito de afirmación contra el silencio.
Escritos desde la memoria del fracaso y con la fragilidad vulnerable que otorgan los recuerdos, estos textos de expresión desnuda, de duro perfil terminante y de aristas hirientes son una exploración en la experiencia del dolor y, pese a todo, una declaración de esperanza y de rebeldía frente al silencio y la derrota, una protesta contenida ante al tiempo destructivo. Porque desde ese lugar de la mirada “no hay que temer a la incertidumbre, es lo más parecido a la esperanza.”
La capacidad sanadora de sus palabras ilumina las zonas más oscuras de la conciencia y el recuerdo para asumir las cicatrices y el frío de la ausencia antes de salir en la noche oscura hacia la claridad, hacia la libertad de la esperanza para afirmar que “amar no debe doler como duele. La libertad tampoco.”
Un manual de resistencia en aforismos escritos con la médula y tatuados en la piel del alma, no con tinta o a lápiz, sino con sangre y a cuchillo, después de haber aprendido que “el vértigo es temer cada pérdida a ras de piel.”