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17 febrero 2023

Suite irlandesa



 “Recojo en este libro con unidad temática mis poemas sobre Irlanda, que no son pocos. […] Yo no sabría explicar el porqué de esta fascinación por Irlanda, pero tiene mucho que ver la música, bellísima, y una manera mía de combatir la fealdad del mundo siguiendo un camino propio, e insólito en mi entorno, como una senda de rebeldía. También pesa en esto la riquísima literatura, el paisaje, el carácter y, fabulación de iluso, hasta creer en broma pero en serio que mi apellido materno procede de Tara, la colina en la que están coronados los reyes de Irlanda.”

Así explica Antonio Rivero Taravillo, en la nota de autor que cierra el volumen, el contenido de su Suite irlandesa, que publica la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia.

Dos inéditos, el inicial ‘Dublín’, un extenso y reciente poema en treinta y seis movimientos, y el final ‘La reina Maeve’, enmarcan la estructura tripartita del libro, que tiene como núcleo un conjunto de poemas agrupados en la sección ‘Hiberniae’.

Inéditos unos, rescatados otros, ofrecen una reunión de temas, formas y tonos con un centro que, como la rosa secreta de Yeats, contiene todo un mundo cargado de sentido y de ideales, de espacios y tiempos, de belleza y melancolía.

De ese sustrato en el que se mezclan la cultura con la vida, la observación y la meditación, los sentimientos y la memoria surgen estos poemas en los que conviven el amor y las nubes, los grises y los verdes del paisaje, la literatura y la música, la ciudad y los prados, los libros y las pintas de cerveza, los sueños brumosos y la hierba de las colinas, Seamus Heaney y un arpista ciego, la nostalgia y la celebración. 

Un texto como este, de la primera parte, lo resume así de manera admirable:

Jamás holló tu tierra una sandalia 
romana, ni la hégira del árabe 
dejó sobre tus aguas una nave
con rezos a La Meca en la mañana. 
Conservas tanto tuyo que es extraño 
que no hayas sido tú la que invadiera, 
no con báculo y cruz, lejanas tierras; 
con la espada y las flechas en la mano. 
Los poetas te cantan desde siempre 
pero no tus victorias, tus derrotas. 
De todas las canciones las más bellas
son las de quienes cantan lo que pierden.
Irlanda, pues tu nombre me persigue, 
no te dejes vencer: perdiendo vive.

En el fondo, lo que revela una lectura atenta de estos poemas es, como en el memorable relato de Borges, el trazo complejo de un autorretrato del poeta. Porque en toda esta Suite irlandesa se superponen el mundo exterior y el interior, la mirada y la evocación en poemas como este:

El río parte la ciudad 
como yo, demediado, me divido 
en dos mitades.
Su norte y sur conviven y se igualan 
como yo me conozco y me combato.
Un tranvía atraviesa ahora su centro 
como un broche que une ambas solapas.
En todos los hoteles en que dormí una vez, 
mi rey supremo, el inconsciente 
prosigue inventándose sueños.