Con frecuencia se le reprochan al poeta las investigaciones
y las reflexiones, la meditación de sus medios; ¿pero quién pensaría en
reprocharle al músico los años consagrados a estudiar el contrapunto y la
orquestación? ¿Por qué queremos que la poesía exija menos preparación, menos
cálculo y menos artificio que la música? ¿Podemos reprochar a un pintor sus
estudios de anatomía, de dibujo y de perspectiva? A nadie se le ocurre… En
cuanto a los poetas, parece que tienen que componer lo mismo que se respira… Se
trata de un error, que no es muy antiguo, y que deriva de una confusión entre
la facilidad inmediata que nos entrega los productos del instante —lo peor y lo
mejor en su estado desordenado—, con esa otra facilidad que se adquiere
solamente mediante el ejercicio del espíritu largamente sostenido.
Teoría poética y estética.
Traducción de Carmen Santos.
La Balsa de la Medusa. Madrid, 1998.